Lucas Haurie

Nada de esto fue un error

La vigencia como noticia del inminente encarcelamiento de José María del Nido demuestra lo acertado de la estrategia de atarse al Sevilla igual que Ulises se ató al mástil. Acertado en cuanto que ha sido beneficioso para sus intereses aunque letal para los del club, que hacía mucho tiempo que le importaba un bledo excepto como principal fuente para la subsistencia familiar. Mientras estuvo en el cargo, se condenaba a un personaje popular al que el ansia fotográfica de políticos de todo pelaje otorgaba además respetabilidad. Ahora, encierran a un vulgar saqueador, uno más entre los muchos que se han enriquecido a costa de empobrecernos a todos. El servicio de prensa que Del Nido ha contratado para su campaña por el indulto, que sólo ha calado entre forofos recalcitrantes y la fauna aún menos recomendable que habita los palcos, insiste en la futilidad del error cometido y asegura que el condenado está rehabilitado. Pero las palabras nunca son inocentes, como sabe Coti, autor de «Nada de esto fue un error», y confirma un profesor de Filosofía del Derecho: «Este señor ha cometido un delito, no un error. Un error puede ser no pararte en un paso de cebra pero montar un entramado para saquear un ayuntamiento... De hecho, esa persistencia en no admitir el delito es otro argumento contra el indulto pues demuestra que no está rehabilitado. Para que un alcohólico se rehabilite, lo primero es que reconozca su alcoholismo. Pues lo mismo ocurre con un delincuente: si no se reconoce como tal, es conveniente que reflexione en la cárcel sobre las consecuencias que acarrea su comportamiento, para que no lo repita».