Antonio Cañizares
Navidad 2012
La verdad de estos días de Navidad que no es otra que la verdad del Hijo de Dios que, humanado, nace en Belén, la verdad de Dios –con– nosotros, «Enmanuel», nos invita a sentir la cercanía del amor de Dios, a abrir de par en par nuestras puertas al Amor que llega a nosotros y lo inunda todo. Así será posible que surja en nuestro tiempo la «nueva civilización del amor». Acoger el Amor sin límites ni condiciones y no cerrarse a Él hará que brote entre nosotros la paz y la alegría verdaderas, que renazca la esperanza. Con Él podremos hacer frente a las dificultades de la hora presente, se fortalecerá el amor al prójimo, siempre tan imprescindible, y el interés eficaz por él.
No podemos ocultar los hondos, graves, problemas humanos y sociales que nos aquejan. La crisis económica, unida a otras crisis, seguramente de mayor calado, nos preocupan a todos. Surgen entre nosotros ámbitos de pobreza y de carencias de lo necesario, que se acumulan a los ya existentes, con todas las consecuencias anejas que no se nos ocultan. En estos días navideños se va a avivar o intensificar en no pocos la conciencia de desamparo y desesperanza porque han perdido su trabajo o porque no lo encuentran, o porque se ven forzados a cerrar sus pequeñas empresas, familiares en muchos casos, con los dramas que todo esto origina.
Más allá del aturdimiento del consumo absurdo y de la alienación de un ambiente artificial, despojado de toda hondura religiosa y humana derivada de ahí, y más allá de toda desesperanza, todos, pero sobre todo los cristianos, hemos de encontrar en el misterio verdadero de la Navidad las fuerzas necesarias para hacer de nuestra sociedad un hogar donde los hombres sintamos la cercanía del amor de Dios y comience a atisbarse el verdadero cambio que necesitamos acogiendo este Amor y edificando juntos, solidariamente, la casa común donde se viva la verdad y el realismo de este Amor. Serán, sin duda, necesarias profundas reformas de la sociedad, nuevas formas de trabajo, cambios en las concepciones económicas vigentes, pero, sobre todo, es urgente y necesario un rearme moral –y no el relativismo y el permisivismo con el que se trata de «encantar» empecinadamente a las masas–; apremia el «sí» al hombre, a todo hombre que viene a este mundo, con el «sí» de Dios que es amor, amor y pasión por todo hombre, afirmación del hombre, solidaridad con el hombre, recuperación y fundamentación de la dignidad inviolable de todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural, base imprescindible para los derechos humanos fundamentales y universales del hombre, «sí» a la vida, a la verdad que nos hace libres, a la Razón, al bien, a la familia en su verdad más genuina y auténtica que es piedra sillar en que se asienta el hombre y el futuro de la humanidad.
Para que todo esto sea posible, es necesario abrirse a este «sí» de Dios con nuestro «sí» al, como vemos en la Virgen María, en la escena de la Anunciación. Ahí se han abierto las puertas a la esperanza, y no se cierran si seguimos abiertos al Amor, que es Dios. Invito a todos con sencillez a la solidaridad real y verdadera, eficaz, que brota de lo que estos días celebramos. Apelo a la conciencia de todos para fortalecer la familia. No me detengo ahora en hablar de la familia. Hay algo, mucho, que hacer en favor de ella y que es inmediato y apremia. Estamos en Navidad, fiestas que congregan a las familias, fiestas alegres entorno al nacimiento de Jesús en Belén, el Salvador y la esperanza de los hombres, que trae la alegría y la paz al mundo, que trae a Dios a los hombres, con rostro humano, en el seno de una familia. Como cruel contrapunto a esta alegría, son muchas las familias que estos días sufren por el paro, por las estrecheces económicas y sus secuelas, los malos tratos en el hogar, el alcoholismo o la drogadicción, el divorcio o la separación, la enfermedad...
A pesar del desprecio frívolo por la familia de tanto «progresismo» inconsistente y suicida, a pesar de los empeños en negar la verdad de la familia, ésta ha sostenido a muchos «naúfragos» de la vida, hasta ahora, y seguirá sosteniéndolos, en el futuro, si no se sigue el empecinamiento por debilitarla con falsificaciones que no le hacen justicia al hombre. Muchos son los que sin un puesto de trabajo o en otras situaciones de dolor y sufrimiento, o de quiebra humana y moral, han encontrado apoyo en sus familias. Todavía es la familia un reducto de fidelidad y cariño en un mundo cada vez más áspero y desabrigado. Ella es y seguirá siendo el trasunto de la manifestación de Dios, Amor hecho hombre en el seno de la familia, comunidad de amor y reflejo de Dios, amor y roca firme en que apoyarse.
La situación que viven hoy muchas familias con tantas dificultades y problemas necesitan nuestro apoyo, nuestra ayuda, nuestra cercanía. Desde esta página llamo a todos, a los cristianos y a todo hombre de buena voluntad, a ofrecer a las familias, con dificultades económicas o de otro orden, la ayuda que esté en nuestras manos, la cercanía, el apoyo, el afecto eficaz lleno de cariño y de aliento. No olvidemos nunca que la familia debe merecer nuestra atención primordial en todo tiempo, aunque la cultura oficial o las ordenaciones de la sociedad, no lo hagan como se merece. Apostar por la verdad de la familia es apostar por el hombre y su futuro; debilitarla, por el contrario, o falsificarla, es sembrar de destrucción y de carencia de futuro a esta humanidad tan necesitada de esperanza. Saldremos de la crisis si apostamos enteramente por ella, aunque se tenga que remar contracorriente. Se requiere coraje para hacerlo como se debe en justicia. Feliz y santa Navidad. Alegría, paz y bien en todos los hogares y a todos los hombres de buena voluntad, a los que ama el Señor.
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