Alfonso Ussía

No capito

La Razón
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Su Santidad el Papa Francisco lo ha dicho en Cracovia. «El mundo está en guerra, pero no de religiones. ¿Capito?». Pues no, Santidad. No capito nada. El mundo está en guerra por el fanatismo de una religión. Matan en nombre de Alá, de su Dios, y por lo tanto sus crímenes son religiosos. Han sido asesinados en los últimos años más de un millón de católicos en el mundo. Y han sido asesinados por ser católicos. Y ese detalle tiene mucho que ver con la religión, aunque los cristianos hayamos elegido ser de los que mueren y no de los que matan. «Conquistaremos Roma y romperemos vuestras cruces». Éste, y no otro, es el último mensaje del terrorismo islámico. Creo humildemente, Santidad, que también tiene que ver con la religión. Anteayer, en su parroquia de Normandía, un sacerdote de 84 años, el padre Jacques Hamel, fue humillado, maltratado y finalmente degollado por los asesinos que matan en nombre de su Dios. Y su víctima inocente fue elegida por tratarse de un sacerdote católico. No capito nada, Santidad. Y se lo escribo con estupor y respeto.

Lo ha escrito el gran Manuel Alcántara, y lo celebro y lamento, esto último por haberse adelantado a mi argumento. «Ahora, cuando nos ha estremecido el horripilante asesinato de un anciano sacerdote, degollado al pie de su altar, no parece el momento más oportuno para que el buen Papa Francisco se niegue a hablar de guerra de religiones. Muchos católicos, que siguen siendo una minoría estadística entre los creyentes planetarios, ponen en duda si este buen hombre e inmejorable argentino fue una opción del Espíritu Santo o tiene algo de palomino atontado». Manuel Alcántara es un hombre de paz, un gran escritor y un excepcional poeta. Como buen andaluz, nada le disgusta más que le interrumpan el descanso, y ha dejado escrita una «soleá» de luz malagueña: «Cuando se acabe la muerte/ si gritan ¡a levantarse!/ a mí, que no me despierten». Y me ha pisado lo del argentino. «Inmejorable argentino», sintética y bromista definición. Su Santidad, cuando improvisa, es un porteño simpático. Otra cosa es cuando se encierra en su despacho, reza, medita, reflexiona y escribe. Ahí aparece el Papa. Sabemos de los esfuerzos de Su Santidad por mantener un diálogo constante con los representantes de todas las confesiones, y en especial, con el Islam. Los islamistas no son todos terroristas, pero muy pocos se atreven a lamentar públicamente los crímenes de sus forajidos. Un cristiano convive sin problemas con hebreos y budistas. Los hebreos no asesinan a los cristianos y los budistas tampoco. Pero los islamistas nos masacran, han sido invitados a pertenecer a la sociedad occidental, y nos asesinan en nuestro lugar y amparados en la libertad que les garantizan nuestras leyes. Les hemos abierto de par en par, y con los brazos abiertos las puertas del progreso y del trabajo, y hoy nos hallamos ante la constante amenaza de sus zarpazos sangrientos. Antes de asesinar, le dedican su acción a su Dios, y esos ataques van dirigidos, mediante la sangre de los inocentes, a la Iglesia católica, copta, anglicana y ortodoxa. Y no olvide a los hebreos, que además de morir por sus creencias, defienden las libertades de las naciones avanzadas en la primera línea de fuego. Está claro que se trata de una guerra de religiones. Una religión que ataca al resto para imponer el siglo X al siglo XXI. De ahí, que no hayamos capito del todo lo que ha intentado decirnos Su Santidad.

El Papa es un hombre bueno. Y los hombres buenos también se equivocan, y si abusan de ser argentinos, más aún. No lo escribo con intención peyorativa, pero ya sostuve años atrás que al menos, una vez en la vida, aunque sea por una frase, un minuto de relajamiento o un momento de distracción, todo argentino se puede aproximar a Valdano.

El mundo libre, al que Su Santidad pertenece, está amenazado y sangrado por una religión. Y la solución no puede nacer de la confusión conceptual.

Como cristiano y católico, estoy en mi derecho a manifestar mi incomprensión. No capito las últimas palabras del Santo Padre. Y le pido perdón por no haberlo conseguido.