Historia

Ángela Vallvey

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La Razón
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Todos poseemos un conjunto de creencias que nos permiten interpretar la realidad. A través de ellas miramos el universo; el color de nuestras doctrinas, conceptos e ideales nos proporcionan la posibilidad de ubicarnos en el ambiente y avanzar a lo largo de nuestra vida de manera que nos adaptemos al mundo. Ese conjunto de ideas suele ser compartido por una pequeña, o por lo general «gran» parte de nuestros contemporáneos. Forman lo que llamamos «ideología» y, de no ser porque en el intervalo de tiempo que vivimos hay muchas otras personas que opinan lo mismo que nosotros, seguramente nuestra ideología sería muy distinta. Porque las ideologías, en los diferentes momentos históricos, se entretejen para formar la «mentalidad colectiva». Si, por ejemplo, fuésemos ciudadanos que han nacido y crecido en el Renacimiento, estaríamos convencidos –porque esta idea sería el último grito– de que practicar el comercio y tratar de prosperar económicamente, en realidad no es pecado, pues incluso Calvino piensa que la tierra es para quien la trabaja; leeríamos a los clásicos en su lengua original (quien supiera leer) y no a través de las versiones (subtituladas, por así decirlo) de los Santos Padres, que añadían lo que a ellos les convenía; y quizás nos dejaríamos seducir por el erasmismo... No es fácil escapar a las ideas dominantes de cada época. A través de la ideología, convivimos. La mayor parte de nosotros vivimos y morimos sin darnos cuenta de que la ideología que hemos defendido a lo largo de toda nuestra existencia con auténtico ardor no es más que una pieza pequeña pero esencial que ha servido a los intereses de quienes manejan los resortes del poder, en vez de ser un instrumento esencial para la mejora de nuestra propia vida. Para algunos, hoy estamos ante el ocaso de las ideologías, el fin de la historia, mientras que, para otros, sostener la idea del final de las ideologías «forma parte de una ideología conservadora» que propaga esa «falacia» por su propio interés...

No sabemos quién lleva razón; sí es evidente que el siglo XX ha sido la era de las ideologías, y que ha resultado especialmente trágico y sangriento a causa de ellas. El XXI debería ser el siglo de la moral, la época que elija la moral sobre la ideología siempre que sea posible (y siempre es posible). Aunque no parece que vaya por ahí el signo de los tiempos...