Alfonso Ussía

Peligro inminente

La Razón
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Me lo he preguntado en la noche insomne sin obtener respuesta. Un hombre, multimillonario, con una mujer guapísima, con un flequillo rubio que no le molesta, con todos los lujos posibles y probables a su alrededor, ¿qué gana siendo el presidente de los Estados Unidos? Un hombre, que no tiene que dar cuentas a nadie, que se puede levantar a la hora que le apetezca, que tiene la fortuna de disponer de su tiempo sin límites ni prudencias, ¿para qué necesita ser el presidente de los Estados Unidos? Trump ha ganado las elecciones, pero ha perdido la libertad, el bien más preciado del ser humano. Todos los anteriores presidentes han necesitado, por cualquier motivo, serlo para no perder jamás su condición de expresidentes. A partir de ahora, Trump se va a sentir vigilado, criticado, aplaudido, menospreciado, elogiado, insultado e hipotecado.

¿Merece la pena? Y para colmo, el peligro inminente. Un peligro anunciado a las pocas horas de su victoria. «Estaremos enfrente, con democracia y derechos humanos». Toma ya. Para echarse a temblar.

Es cierto que pasar de ser el presidente de las empresas Trump a ser el presidente de los Estados Unidos de América es zancada de garza o salto de canguro. Mucho más cómoda la primera presidencia que la segunda. También la segunda, ilimitadamente más arriesgada y agobiante. Trump, durante el tiempo que dure su mandato, será el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas de la tierra. Será el emperador de Occidente, aunque tal dignidad no se reconozca de manera oficial. Y peligro sobre peligro, la advertencia seca, puntual, precisa y clara de la gran dirigente política española. «Estaremos enfrente, con democracia y derechos humanos».

Ahora conviene establecer alguna diferencia entre lo que unos entienden por democracia y lo que significa la democracia para otros. Los Estados Unidos son demócratas desde su fundación. Sus presidentes, congresistas y senadores siempre han sido elegidos por las urnas, y las urnas rebosadas de papeletas provenientes de las manos de los ciudadanos. En los Estados Unidos, cuando un presidente democráticamente elegido falta a la verdad o a la decencia, puede ser despedido también democráticamente. El último caso, el de Richard Nixon. Otros, en cambio, creen en la democracia horizontal, vertical y diagonal del partido único. Creen en la democracia de Cuba, de Venezuela, de Corea del Norte, de Irán, de Al Qaeda y de los movimientos terroristas occidentales. Se trata de otra manera de asumir la democracia. La democracia de yo mando y tú te callas, la democracia de yo ordeno y tú obedeces, la democracia de si no obedeces te encarcelo, y la democracia de si no te portas bien en la cárcel yo te mato y no pasa nada porque para eso tenemos detrás a los medios de comunicación perfectamente amaestrados. Son democracias diferentes, mucho mejor la norteamericana y las europeas que las segundas, que tan buena prensa tienen en España y Colombia, por poner dos ejemplos de democracias reales en peligro de dejar de serlo. De ahí que Trump quizá se haya preocupado con la advertencia de la culta y preparada dirigente de Podemos, Irene María Montero, que además de culta y preparada, es la dueña del corazón del político mejor tratado por las televisiones privadas y capitalistas de España. «Estaremos enfrente, con democracia y derechos humanos».

Tener enfrente a la interpretación de la democracia y los derechos humanos de Irene María Montero, es algo que a Trump no le despeina ni un cabello del flequillo. Trump, por ignorar, no sabe quién es Irene María Montero, ni falta que le hace. Pero escribir ese mensaje al presidente electo de los Estados Unidos nos ayuda a pensar en el nivel de prepotencia, soberbia y vanidad por el que se mueve esta chusma. Un lío más para Trump, que ya estará arrepentido de haberse metido en este laberinto. Democracia y derechos humanos...

La repanocha.