Alfonso Ussía

¿Populistas?

La Razón
La RazónLa Razón

Los medios de comunicación y los que escribimos en los periódicos tenemos sobrada culpa del triunfo de la perversidad en el lenguaje. Yo también he caído en la infantil o muy meditada trampa del populismo. No lo hice cuando la mayoría de los firmantes de artículos o de crónicas relativas al terrorismo, dieron por llamarlo «lucha armada». La ETA asesinaba a niños que iban al colegio con sus mochilas cargadas de cuadernos, lápices de colores, libros y «donuts», y muchos periodistas calificaban la perversidad terrorista como «lucha armada». La voz romántica del guerrillero también ha sido objeto de permanente manipulación y sesgo. «Los guerrilleros de las FARC», y se quedaban contentos. Las FARC jamás han sido una guerrilla. Su poder, financiado por el narcotráfico, sostuvo a un sangriento y criminal ejército de asesinos. Pero aquí estábamos con la puñetera guerrilla, y algunos justificaron la denominación comparando a Tirofijo con Viriato. Y ahora tenemos la programada mentira del populismo, cuando nos referimos a Podemos. El populismo no merece excesiva atención a los compiladoras de nuestra palabra. En el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, el populismo apenas merece dos renglones. «Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares». En tal caso, todos los partidos políticos de España son populistas, porque sin el apoyo de las clases populares la victoria electoral es imposible. El Partido Popular no ha ganado las últimas elecciones con los votos de las calles de Serrano y el barrio de Salamanca o del Paseo de la Castellana. En los barrios más populares su cosecha de votos fue poderosa. Por ello es populista, y el PSOE populista, y Ciudadanos populista. Pero al único partido que se le aplica la condición de populista es a Podemos. Y hay un motivo para ello. La intoxicación, la faramalla del lenguaje y la huida a espaldas de la realidad. Porque Podemos no es populista, como el terrorismo no es «lucha armada», como el patriotismo vasco no es «abertzale», y como el independentismo catalán no es soberanismo. Soberanos somos todos los que tenemos el derecho a depositar nuestro voto en una urna. Soberanos somos los sujetos constituyentes, es decir, todos los españoles, sin distingos ni patrañas. Podemos no es populista. Es comunista. Podemos no es populista. Es estalinista. Y el comunismo y el estalinismo asustan, y con razón, a muchos votantes de Podemos, pero no así el populismo, el disfraz del camuflaje, el lenguaje perverso en el que caen, caemos y hemos caído casi todos los que nos dedicamos a escribir en los periódicos o cacarear en las tertulias de radio y televisión. «Los partidos soberanistas de Cataluña»... No, los partidos separatistas. «Los guerrilleros de las FARC»... No, los narcoterroristas de las FARC. Los «populistas de Podemos»... No, los comunistas de Podemos. Terminaremos por engañarnos a nosotros mismos. La perversión meditada. Hoy en día, todos los niños que estudian geografía en los colegios de Cataluña creen a pies juntillas la definición del río Ebro: «El Ebro es un río catalán que desemboca en el Mediterráneo de Cataluña y nace en el país vecino». Nace y se mueve bastante. Por su nacimiento es cántabro o montañés, que es lo mismo, y crece en Castilla, La Rioja, Navarra, Aragón, y finalmente, Cataluña. De sus 908 kilómetros, más de 700 transcurre «por el país vecino». Para un portugués, y Portugal es una nación y un Estado, el Tajo no es un río portugués que nace en España, que es otra nación y otro Estado. Es español hasta la frontera y portugués hasta su desembocadura pasmosa en el Atlántico. A los niños catalanes o que estudian en Cataluña los están engañando a sabiendas, y lo del Ebro es una minucia comparada con otras falsedades. El lenguaje de la mentira.

A Podemos le viene de perlas que los tontos o los manipuladores de la comunicación lo definan como populista. Mentira. No son populistas, son comunistas, y dentro del comunismo, estalinistas. Y hay que entenderlo y prepararse para ello, por si acaso.