Alfonso Ussía

Principio y fin

La Razón
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No vi el debate de los cuatro candidatos. Consideré mucho más interesante el reportaje que ofrecía el Canal «Caza y Pesca» sobre el silvestrismo amenazado. Ya saben, la captura de jilgueros y verderones mediante redes, que pasados unos meses y después de participar en concursos de trinos son nuevamente puestos en libertad. Con el recuerdo aún del bochornoso debate de Rajoy, Sánchez y Campo Vidal, en el que el segundo insultó al primero para gozo del tercero, se me hizo muy cuesta arriba, senda pindia, un debate más multitudinario, con cuatro candidatos y tres periodistas. Decidí hacer lo que acostumbran los políticos. Enterarme por la prensa.

Ya me he enterado. Y no advierto entusiasmo. Por otra parte, y leídas las intervenciones, las descalificaciones y las obviedades de siempre, creo que en esta ocasión, el debate lo ganó Rajoy por goleada. Fue el único que aportó un dato contundente. A los debates se acude con promesas, intenciones y datos, y el único que se amparó en los terceros fue Rajoy. Dos millones de puestos de trabajo en sus cuatro años de Gobierno. En mi opinión, ahí tuvo que suspenderse el debate. Ese dato supone el principio y el fin de cualquier discusión política. Lo demás es morralla, toqueteo entre bambalinas y cambios de impresiones respecto a la difícil coyuntura que rodea la existencia del mandril azul en las selvas de Gabón.

Sólo coincidieron los cuatro en los pantalones. Muy mal terminados en la cohesión con los zapatos. Se les hizo un burruño a todos. Cuando el formato de un debate exige que los participantes hablen de pie y sin protector visual, hay que ser más exigente con el sastre o con la costurera que arregla los atavíos adquiridos en comercio de marca. Los vaqueros de Iglesias, artificialmente envejecidos, podrían haberle servido a Gary Cooper en «Sólo ante el Peligro», y séame permitido opinar que entre Gary Cooper y Pablo Iglesias, en eso de llevar vaqueros, existe una mayor diferencia que la establecida entre Churchill y Nicolás Maduro en lo que a sabiduría se refiere.

Por lo demás, lo de siempre. Sánchez contra Rajoy cuando su adversario es Iglesias. Iglesias a favor de Sánchez cuando su adversario es Sánchez y Rivera contra Rajoy cuando el partido Popular es su lógico acompañante en una legislatura dominada por las minorías parlamentarias. Rajoy podría haber permanecido en silencio durante las dos horas largas del programa de televisión exceptuando los dos segundos necesarios para pronunciar: «Dos millones de empleos». El único dato importante en un debate vacío de contenidos admisibles.

He leído que Sánchez eligió para el debate un traje que él, con notable sentido del humor, denomina «el de la suerte». Y no entiendo lo de la corbata roja. Todos sabemos que es el candidato socialista. Una corbata roja no pega ni se cohesiona con traje alguno, ya sea del PSOE o del Banco de Santander. Sucede que el Banco de Santander tiene mucho más alto poder de penetración estética que Sánchez, de tal modo que a simple vista, el debate estuvo compuesto por dos candidatos correctos –excepto en los pantalones–, un subdirector adjunto al subdirector regional del Santander y un grosero demagogo y cursi con aspecto atroz que juega a populista de salón con vaqueros envejecidos. Al menos, así he interpretado las fotografías publicadas en los diferentes periódicos que me han informado y a los que agradezco desde aquí su amable colaboración.

Dos horas para oír «dos millones de puestos de trabajo» son muchas horas. Principio y fin del debate. Por si alguien no captó el momento.