El desafío independentista

Próximo escenario: elecciones catalanas

La Razón
La RazónLa Razón

A estas alturas de la película catalana, si alguien pensaba que la aplicación del artículo 155 iba a suponer ver entrar los tanques por la Diagonal, o contemplar entre rejas al Govern catalán con Puigdemont a la cabeza, están totalmente equivocados. Y esto por dos razones: la primera que el pacto PP-PSOE va en la línea de una aplicación blanda –ya veremos lo que quiere decir blanda– del 155; y segundo, porque Mariano Rajoy no tiene previsto hacer más ruido que el estrictamente necesario. «Sabe también –se lo ha dicho Angela Merkel– que en Europa le están mirando, y no por simple curiosidad, sino porque ellos mismos van a tener que enfrentarse al mismo problema y están aprendiendo, calculando, mirando estrategias...».

Pero claro, la mayoría de países de Europa con problemas territoriales carecen de la paciencia de Rajoy, y por supuesto, del descaro de Putin, que es capaz de bombardear una región sin pensar en el coste que aquello pueda tener en el futuro.

Decíamos aplicación blanda. Lo más fuerte que va a implicar el 155 va a ser recuperar a los Mossos. Aunque luego vendrán las penas por su descarado incumplimiento durante el 1-O, el Gobierno quiere garantizar que todas las fuerzas armadas estén a disposición de la legalidad y no de una CUP venida a más por la descomposición del PDeCAT y el cálculo de ERC. Ése será el golpe más duro que el 155 impondrá. El resto lo irán marcando los tanques en dirección contraria: las empresas que abandonan Cataluña de forma constante. Según un registrador de la propiedad en Barcelona, algunos días ha gestionado la salida de más de doscientas. Para que luego digan en la CUP que sólo se van los grandes y que las pequeñas solidarias se quedan ¡cuánta mentira y engaño en todo este tiempo!

Pero el 155 traerá algo más: elecciones autonómicas. Rajoy no era muy partidario. El PP catalán sí. Rivera y Arrimadas no hablan de otra cosa. Y el PSC, que está asustado con el futuro, tampoco lo veía claro. Pero como decía al inicio, a estas alturas del culebrón ya no es posible articular otra decisión. El 155 permitirá a Rajoy decidir la fecha, una vez que Puigdemont haya quedado cortocircuitado. No es una cuestión menor. Hay que poner un poco de paz en las movilizaciones callejeras, pero contra el argumento de «no nos dejan votar» sólo cabe votar para que se vea lo que hay, aunque lo que hay sea fruto de una manipulación de años en la educación, medios de comunicación, y tantos otros terminales del independentismo. También las quieren los de Podemos, que esperan tapar su crisis en toda España con un resultado aceptable en Cataluña, gracias al postureo de Colau. Es lo que les permitirá formar parte del gobierno del velorrio de Jaume Roures. Ese gobierno de ERC y Podemos amparado por uno de los pocos troskistas millonarios que quedan en el mundo.

Mossos y elecciones. Ése es el diseño. Poco más se puede hacer con las mayorías que tiene Rajoy. Bueno, hay quien habla de un gobierno de concentración de PP-PSOE-Cs, pero eso es mucho suponer para alguien como Rajoy que, si algo sabe, es quién es cada uno de la tropa. El día es el jueves. Al Rey le pillará en los Premios Princesa de Asturias, si no lo remedia ese protocolo zarzuelero que tiene tanto peligro.