Manuel Coma

Rabia y resignación

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Cuando Berlusconi empezó a planear, a finales de noviembre, su retorno al poder, previo derribo del Gobierno tecnocrático de Monti, arrancaba con un 13% de intención de voto, mientras que su gran rival, el Partido Democrático, contaba con el 30%. El partido de centro izquierda no se ha movido gran cosa desde entonces, pero la gente de «Il Cavaliere» llegó al 22% en los últimos sondeos de hace quince días, pues en Italia no se pueden hacer encuestas dos semanas antes de la votación. Contemplando esa subida, aparecieron titulares que anunciaban «Berlusconi puede ganar». Pero en ese momento más bien había que decir «Beppe Grillo no es broma», porque su partido protesta, el Movimiento Cinco Estrellas, ha llegado al 20%, convirtiéndose en el tercero en discordia, pisándole los talones a el Pueblo de la Libertad, por delante de los centristas aglutinados en torno a Monti. Sin embargo, a lo largo de toda la campaña, lo que caracteriza el estado de ánimo de los italianos es una gran desilusión con el sistema y sus políticos, que llega hasta la rabia, pero que no excluye una actitud resignada ante lo que nadie sabe cómo arreglar, y una muy tenue esperanza de que, puesto que así no se puede seguir, algún cambio tendría que aparecer. Sin encuestas recientes, no se sabe si puede haber habido algún movimiento apreciable de última hora, pero la expectativa general es una baja participación, pues muchos dicen que para elegir entre varios males prefieren quedarse en casa, y un Parlamento sin posibilidad de crear una mayoría, que finalmente es lo que los inversores dicen temer más.

Sin aguardar a los resultados, ya la prima de riesgo italiana está encareciéndose entre el 0,5 y el 0,75%. La mejor esperanza es que el agrupamiento de los centristas llegue a completar una mayoría con el PD del excomunista y gris Bersani, pero el ascenso de Grillo ha echado el juego a perder, con lo que contribuirá a incrementar los males contra los que protesta, pues no tiene ni remotamente un programa.