Ángela Vallvey

«Selfie»

La «selfie» está de moda. Se trata de «A picture taken of yourself»; en castizo: una foto tomada por uno mismo. Supone la desaparición de aquellos viejos estudios de fotografía llenos de sonrisas retocadas y parientes muertos. Normalmente destinada a ser publicada en las redes sociales, donde el retratado tiene una legión de seguidores de hasta quince o veinte individuos. A la mayoría de los cuales quizás no conozca personalmente, pero entre la que siempre puede contar con un porcentaje considerable de seres variopintos, extravagantes. La característica principal de esta instantánea es que en primer plano sale el brazo estirado del fotógrafo/modelo, como si tratara de alcanzar algo, quizás a un amigo de verdad, de carne y hueso, que estuviera más allá de la cámara y que tratara de huir.

Hoy día, lo más habitual es que esos amigos, que los aficionados a las «selfies» intentan tocar con el brazo estirado, sean ellos mismos: porque lo cierto es que están solos, poniendo morritos.

Una variante de la «selfie» se realiza en compañía de otras gentes (grupitos de actores, «royals», famosos, hijos de vecino...), y suele tener más aceptación cuanto más insólita, exclusiva, íntima, ridícula resulte. En realidad, el autor de esa «selfie» no está realmente acompañado: la tropa que le rodea ejerce de adorno, o de artículo de lujo (en el caso de que sean personas importantes) que se exhibe ante no se sabe quién, el mundo entero o quizás nadie.

Dicen que los contemporáneos pasamos la mitad de nuestro tiempo libre haciendo fotos y la otra mitad mirando las fotos que hemos hecho, con lo que el tiempo se nos antoja más corto que a nuestros predecesores. La «selfie» hace realidad aquello que decía Francis Bacon de que el único y mezquino fin del ser humano es él mismo.