Ely del Valle

Si lo haces, apechuga

Es curioso ver cómo personajes que se hacen famosos por sus pifias, en cuanto les pillan, lo primero que hacen es arrepentirse. Nunca lo hacen antes o durante. Siempre cuando les han descubierto y el marrón es inevitable. El último ha sido Bradley Manning. Es ahora cuando se le ha despertado la conciencia que tuvo de vacaciones mientras recopilaba los 700.000 documentos que después filtró a través de Wikileaks revelando prácticas y estrategias de su Gobierno. Ocurre lo mismo con los etarras. No hay constancia de ninguno que se haya presentado voluntariamente en una comisaría. Los que se arrepienten lo hacen después de comprobar que han hecho un mal negocio porque lo que está en juego, en este caso, no es la vida del de enfrente sino la de uno mismo. Sorprenden, por su caradura, los políticos que se dan golpes en el pecho cuando les sorprenden jugando al bingo on-line en plena sesión parlamentaria; los que piden perdón por robar cuando les descubren; los que se sacan fotos impensables, las cuelgan en Tuiter y después recurren a la comprensión colectiva para implorar el borrón y cuenta nueva; los que matan a su pareja y después se pegan un tiro en el pie para demostrar su desesperación, y los que sabiendo lo que hay, lo siguen haciendo hasta que alguien descubre el pastel. Es el remordimiento interesado, el que sólo hace acto de presencia cuando se le ven las orejas al lobo. Como dice el proverbio chino, si no quieres que algo se sepa, no lo hagas. Arrepentirse sólo cuando eres tú el perjudicado tiene mucho de cobardía y ningún valor como acto de contricción.