Julián Redondo

Siempre sale el sol

Siempre sale el sol
Siempre sale el sollarazon

Del viernes heredamos la brillante ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias; del sábado, un partido de fútbol en el Bernabéu muy entretenido, bueno, que los madridistas enmarcarán y los barcelonistas desearían convertir en cenizas. En Oviedo nos sobrecogió Caddy Adzuba al hablarnos de las condiciones de vida, de muerte, de las mujeres y los niños de la República Democrática del Congo, donde la violación de mujeres y niñas y la captación de niños para las guerrillas es un hecho cotidiano, tan común como ir a la compra en occidente. Nos dejó una frase memorable al referirse a sus compatriotas, «despojadas de todo honor desde que sus cuerpos fueron transformados en campos de batalla».

En las inmediaciones del Teatro Campoamor, en cuyo interior Caddy desbrozaba la barbarie que impera en su país, donde hay multinacionales que rebañan beneficios mientras chapotean en la sangre de los inocentes, había gente de buena fe que no escuchó el desgarrador alegato de Adzuba ni el hermoso, profundo y comprometido discurso del Rey; gente que unía su desesperanza a un grupo de filibusteros que envuelve consignas de paredón y guillotina en botes de leche en polvo. Personajes patibularios que consideran fascista a cualquiera que no piensa como ellos o que al escuchar podemos se atreve a decir: «Qué mal pronuncias la jota».

El patio está revuelto, como el Madrid en el umbral del partido al esgrimir como teoría de la conspiración la fecha del clásico. Tras el gol de Neymar, incluso los menos suspicaces recordaron que los del Barça disfrutaban de un día más de descanso. Luego empató Cristiano, cabeceó Pepe, Benzema subió a los altares y, con el 3-1, la presunta inclinación de la Liga hacia el bando azulgrana se disolvió por obra y gracia de la séptima goleada. Siempre sale el sol.