María José Navarro
Silbidos
Esta noche, cuando acabe ya de cambiar de día y de mes el calendario, la intocable Selección Española de Fútbol, dirigida por el intocable Vicente del Bosque, se medirá a la anfitriona en el estadio de Maracaná en Brasil. La intocable Selección Española, repleta de yernos perfectos, de ángeles y querubines de cabellos sin caspa y con camisas a salvo de manchas de desodorante, será pitada por el respetable, cosa que ya no es novedad en la Copa Confederaciones. A juzgar por el revuelo y los millones de manoteos al aire, parece que podemos concluir que el español medio no entiende cómo se silba a un grupo de muchachos a los que homenajean sus pueblos y pedanías, cómo es posible que no se aplauda a rabiar a ese ramillete de talentos futbolísticos que han conseguido ayudar a remontar a un país entero en su maltrecho orgullo y en su maltratada autoestima. Hay otro español medio que va un poco más allá y que aplica la misma fórmula para su equipo y para el combinado español. «Nos odian porque somos los mejores». En fin. Quizá sea bueno recordarnos a nosotros mismos que podemos dar pocos ejemplos de comportamiento en nuestros campos: en partidos contra otras selecciones, incluso amistosos, el público español gusta de pitar los himnos ajenos. No hay más que ver cómo se suele tratar al contrario en los partidos de Liga, en algunos casos deseándoles el descenso a Segunda o llamando paleta a la afición visitante. Es decir, puede que en España hayamos blindado al combinado nacional hasta límites que incluyan dar por inciertas algunas informaciones que llegan desde Brasil, pero es ciertamente osado pretender que la veneración sea planetaria. Es fútbol, oigan, y quieren ganarnos. Así de simple.
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