Crítica de cine

Sin dinero, sin ideas

¿Qué sucedió antes: la crisis económica o la crisis de creatividad? Habría que hilar muy fino para acertar un diagnóstico exacto y libre de apriorismos asfixiantes. Porque, en estos momentos, el cine español necesita reclinarse en el diván del psicoanalista y confesar todos sus miedos y pensamientos no verbalizados durante años. Es cierto que la cinematografía de este país necesita ya, con una urgencia extrema, un marco fiscal competitivo que haga sostenible la producción de películas. La consigna de «sálvese quien pueda» está a punto de liquidar el poco patrimonio activo que todavía le queda. Pero, pese al efecto demoledor de este importante factor, parece difícil justificar mediante una sola causa el carácter residual que, durante estos últimos tiempos, está adquiriendo el cine español. Las últimas cifras publicadas asustan: caída del 15% de la facturación, un 21% más de desempleo, tan sólo 90 rodajes en marcha, el 60% de ellos con un presupuesto inferior a un millón de euros... ¿Hay alguna razón más que pueda explicar esta hecatombe? Me atreveré a sugerir una: crisis de creatividad. Llama la atención, en efecto, cómo, en un momento en el que el cine europeo está retornando con cierto entusiasmo a la senda de la experimentación, del riesgo visual, el cine español se ha vuelto demasiado previsible y plano. Salvando excepciones –ahí están Gracia Querejeta, Isabel Coixet o Álex de la Iglesia–, el «resto» del paisaje que se puede observar resulta de una homogeneidad preocupante. No se puede evitar mirar con cierta envidia a cinematografías como la francesa, italiana, británica, austriaca, alemana, húngara, polaca, que, unas veces con más éxito y otras con menos, imprimen a sus productos una estructura lingüística innovadora tan atractiva en tiempos de indigencia.

Cuando la mayor parte de las películas en producción tienen un presupuesto inferior al millón de euros, resulta insensato «practicar» el mismo cine que se hace con cifras más suculentas. Hay que hacer de la pobreza virtud. El cine español ha de aprovechar esta coyuntura para adquirir mayor libertad y frescura, y recuperar ese margen de ensayo que otra vez tuviera. Si la mayoría es imposible de fidelizar por ahora, convirtámoslo en un plato de gourmet para las minorías. Sería una buena manera de sentar las bases para algo grande.