Reyes Monforte

Sopa de letras

Una sopa de letras. Eso es lo que parece ser la educación en España. Un gran contenedor de siglas sin sentido y, lo que es peor, sin futuro. No es mala definición teniendo en cuenta que para los políticos la educación es un pasatiempo, o aún peor, un arma ideológica cargada de vacíos e intereses creados. No puede ser que cada gobierno, nacional o autonómico, convierta la educación en su particular cortijo y lo haga con las mismas dosis de descaro que de ignorancia. Así nos va, o como diría el gran Forges, así nos hacen ir. Quizá convendría aprobar una nueva «ley Moyano», aquella primera ley integral de educación impulsada en España en 1857 para combatir el analfabetismo, pero en este caso, dirigida a nuestros políticos.

Lejos de aquella sopa de letras que resultó ser el panorama electoral de las primeras elecciones generales tras la dictadura franquista celebradas en 1977, donde la libertad permitió que se presentarán a la fiesta de la democracia infinidad de partidos bajo diferentes siglas, ahora no hay nada que celebrar. Los estudiantes a duras penas saben quién fue Franco, Viriato, Valle-Inclán o el emperador Adriano. Y si no, hagan la prueba y pregunten. Más que sopa obtendrán una empanada mental difícil de digerir. A veces uno piensa que eso es lo que realmente quieren algunos políticos. Crear una sociedad de zoquetes para que en un futuro no puedan pensar por sí mismos. Si lo madura, no es mal plan educativo. Estamos como Mafalda: la sopa se nos atraganta, no nos gusta. Y menos semejante sopa de letras.