Francisco Rodríguez Adrados
Tsipras vuelve a la racionalidad ¿Y sus amigos?
Leo esto, me satisface, a ver si sus amigos españoles también siguen su línea. Ha habido muchos trámites. El Tsipras A fue pura irracionalidad, que confirmó en el plebiscito, pero al final ha vuelto a la razón, es ahora el Tsipras B (frente a muchos de sus amigos griegos). ¿Qué harán los Tsipras españoles? ¿Podrán? Lo dudo mucho, aún no les han apretado los tornillos. El hombre es racional e irracional, bastante triste es que para volver a lo primero necesite, a veces, una presión directa, sin más. ¿Es esto racional? A lo mejor lo es. Habría que estudiar la Historia, sobre todo la de España, la contemporánea, lo he hecho varias veces en mis libros, sobre todo en mi «Nueva Historia de la Democracia», de 2011, no es tan antigua. Y tampoco hay que remontarse a ciertos griegos y decir con Alcibíades que la democracia es una homologouméne ánoia, «una insensatez reconocida». Jamás lo he dicho yo, sí he dicho que es una «planta delicada», lo dije en un artículo en «ABC», «La democracia, esa planta delicada». Y también he recordado que Protágoras dijo que lademocracia era posible porque los hombres tenían como común el logos, la razón. Claro que a veces la pierden, tal el Tsipras A, pero también la recuperan, como el Tsipras B. ¿Qué harán ahora sus amigos españoles? Es una planta delicada, no sólo la democracia, sino el mundo todo del poder y del gobierno de los hombres, la Historia lo demuestra. Esa obsesión por el poder de tantos hombres y de algunas mujeres, desde Catalina y aun antes. El Poder todo lo trastoca: aun los que nunca lo hemos buscado en la política, a lo mejor sí lo buscamos en pequeños sectores. Yo he atravesado universidades e institutos científicos varios sin optar jamás a cargo alguno, los veía incompatibles con seguir haciendo Ciencia. Pero desde 1961 hago la guerra, en Lingüística, a las tesis, alemanas y casi generales, en la Historia del Indoeuropeo, de nuestras lenguas todas, ahora creo que la voy a ganar. Y otras guerras, también en la Ciencia. Ya ven. Así, no tiro la primera piedra, me limito a los hechos. Lo hago para la España contemporánea, marcada especialmente por discordias asesinas. Dos Españas. Pero España es sólo un ejemplo, pero tenemos, entre otros mil, a Grecia, a la que desde poco después del 50 he ido casi anualmente, la última vez la Semana Santa pasada. Es un país que amo, desde sus antepasados. ¡Aquéllos fueron alguien! Diré algo griego actual como prólogo a lo que voy a decir de España. Me invitaban a Delfos casi cada año. Delfos, bastión envidiable que ya Apolo tuvo que conquistar matando a la serpiente. Delfos, donde la pitonisa daba sus oráculos, previo pago, claro. Delfos con sus cuevas, con sus playas, con alguna ninfa que jugaba al tenis conmigo y me amaba o eso parecía. ¡Para qué recordar! Recuerdo los grandes festejos anuales en su teatro. ¡Cómo tiraban sin control el dinero de los alemanes! ¡Aquel concurso de tragedias griegas entre las que estaban una zarzuela española, de Filipinas, una cosa japonesa sobre la conquista americana, puras series de crímenes de algún país de nuestra América, un popurri iliterario (¿qué más tragedia quiere Vd., me decían?). Luego, acusaciones de corrupción, tribunales. Ya saben. Y entre tanto, en Omonia, la plaza popular donde viví por un tiempo, los follones y huelgas del PASOK, los socialistas, las amenazas del RIZOSPALTES o Arrancaraíces, el periódico comunista. Y el clamor cada año de la siempre supuesta, amenazante guerra de búlgaros y turcos. Echaron al final a Constantino, no se sabe por qué. Le vi por vez última en la procesión de Pascua que presidió. Y al final, fuera PASOK, salió a relucir el Tsipras A. Elección fantasmagórica, plebiscito irracional, desastre. Luego, al final, el Tsipras B. Marcha atrás, menos mal. Pero dejemos a los griegos, yo no iba a eso, iba a contemplar la belleza antigua, ésa no fallaba. Y volvamos a esta nuestra España, es lo que tenemos. A la que amamos muchos. Por puro amor, no aspiramos ni a ser alcaldes. Su última gloria fue la guerra contra el francés. No había ni esa insensatez de Cataluña, no había ningún Mas. Una y otra vez, sí, había un más: más insensatez. Antes, primero, la Constitución del año 12, que hace poco celebramos. Asamblea o lo que fuera de cuatro gatos progresistas en Cádiz, sin representatividad. Garrapatearon una llamada Constitución que tampoco representaba a nadie: los españoles serán íbamos a ser «justos y benéficos». Vaya. Y el remedio fue Fernando VII, vaya (otra vez) por Dios. Luego la revolución socialista del 17, el pronunciamiento de Riego en el 20, el trienio liberal (más bien sectario) del 21-23, más la intervención extrajera (los 100.000 hijos de San Luis) y la ejecución de Riego. Desastre y desastre, fanatismo de las dos Españas. Luego, muerto Fernando VII, María Cristina e Isabel intentaron una la racionalidad. Retorno de los exiliados, programas de progreso para el propio país: las obras públicas, los embalses, el ferrocarril, los nuevos barrios, el progreso en las artes. Pero nada, otra revolución de izquierdas. Ahora el gran problema eran fueron tres o cuatro profesores progres... y la cama de Isabel, superpoblada, dicen, del teniente al general todos cabían. Parece que ponía en pie a los moralistas: era pretexto puro. Yo no historio esas cosas. El caso es que a Isabel la echaron a París de una patada. ¡Vaya remedio! La primera República, el caos: fanatismo y memeces, el cantón de Cartagena y demás (¡vaya modelo para el siglo XXI y sus Autonomías!). Luego la Restauración mejoró el país, éste creció. Pero la infamaron y otra vez a empezar. Socialistas. Follones y peor en Barcelona (los precursores de Mas) y la huelga socialista del 17 y las cosas de siempre, más la Dictadura (más bien blanda). Y la República de Azaña y otros cuantos, era «para los republicanos», la que al final iba a traer la guerra, esa sí que para todos. Empezó con un motín militar en Jaca, elecciones que no venían a cuento, el rey, pacífico, dejó paso franco. Pero pacífico, dejó España por Italia. En Salamanca mi portera Lidia bailaba de alegría, con el ahorro de lo que el rey gastaba, íbamos a vivir mucho mejor. Vivimos pero que peor con mucho, con las famosas dos Españas. Vaya por Dios, me canso, me cansa el tema, se me acaba el espacio y vds saben todo esto y lo que nos vino después. Más de lo mismo y aún peor. Yo lo viví (sufrí) pero que casi todo. Menos mal, no hice la guerra civil por la diferencia de un año. Eso y lo demás, hasta nuestros Tsipras, y el que seguirá, no sé si A o B o quizá el C. El cuento de nunca acabar. Generaciones hubo que quisieron antes de nosotros, nosotros luego, regenerar el país. Mucho hicimos muchos. Nos silenciaron. Escribieron una falsa historia. Y de repente ahí estaba Podemos, o sea, el Tsipras A (que acabó, por ahora, en el B). Bueno, a ver si los de aquí entran en el logos o sea, en el raciocinio, a ver si nos dejan vivir y vivimos todos, ellos también, hacia adelante. Ojalá refresquen su cabeza, el agua fría hace bien. Les pido, pues, el B, por favor. El mal menor. Ésta es mi historia y la de tantos y la de nuestros predecesores desde la francesada. Muy abreviada. Perdonen tanta sinceridad, no es usual, y tanta verdad, quizá sea hasta un tanto impertinente.
P. D. Gracias al Congreso y Gobierno nuestros, por el rescate. La Grecia eterna bien se lo merece. Todavía somos alguien. En cuanto a este nuevo movimiento de Tsipras, no cambia nada. Lo único que pretende es ser elegido.
*De la Real Academia Española
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