Iñaki Zaragüeta
Turbulencias en la izquierda
Mónica Oltra no ha podido emular a la protagonista de su serie favorita, «Borgen» y Birgitte Nyborg, y llegar a la presidencia del Gobierno desde la minoría, pero ha logrado la primera muesca en su revólver, la que para ella aparecía como una de sus prioridades, «dinamitar el Bloc Nacionalista Valencià». Para ello, rehusó, en principio, liderar la lista de Podemos, pero en absoluto desechar de su horizonte metas más amplias que la valenciana.
Su imagen y actuación irrumpieron en la política a través de gestos radicales y, sobre todo, mediante intervenciones como corresponsal de alguna televisión nacional sobre los asuntos de corrupción que afectaban al PP valenciano, hasta alcanzar las cotas más altas de popularidad en la izquierda que le catapultaron al liderazgo de las bases de Compromís, que la prefirieron a ella en lugar del líder del Bloc, Enric Morera.
Éste, no se sabe si por susceptible a la seducción y falta de visión políticas, o por el atractivo del plato de lentejas -léase Presidencia de Les Corts- optó por emular a Esaúl para entrar en una deriva turbulenta a expensas de que sus propia bases se sintieran traicionadas en detrimento de sus principios y democracia interna. ¿Cómo nos vamos a sentir representados por Pablo Iglesias en su visita a Rajoy? es la pregunta que formulan la mayoría en el Bloc.
El problema de Oltra, también el de Morera, sería que su futuro, en lugar de estar marcado por la ficción televisiva danesa, se vea abocada a la repetición de la Historia. En lugar de Birgitte, su papel sea el del enunciado evangélico «quien a hierro mata, a hierro muere». Así es la vida.
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