Alfonso Ussía

Un esfuerzo

La Razón
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Después de las copitas, se abrazó a la atractiva siesta del carnero don José Domecq de la Riva, conocido en Jerez como Pepe Pantera. La siesta del carnero es siempre confortable. Se trata de la soñarra que vence a la voluntad en los minutos previos a la comida. Su ayuda de cámara se aventuró a despertarlo, y lo hizo con un argumento insuperable. «Haga un esfuerzo, don José, y no duerma más, que no va a tener después sueño para la siesta». Y don José, se incorporó. Se trataba de uno de los jerezanos con más personalidad y gracia del viejo Jerez que casi ha desaparecido. En «Frías», su campo, tenía un león para guardar la propiedad, y su dibujo era de postal antigua con sus patillas de boca de hacha, como la de los bandoleros que descendían por los alcores del Viso de Fernando Villalón, el marqués de Miraflores de los Ángeles y poeta de las marismas del Guadalquivir. Cuando conocí a Pepe Pantera, su resistencia física se había debilitado aunque mantenía la genialidad que le hacía diferente a los demás. Le gustaba entregarse a la siesta del carnero. «Un esfuerzo, don José, un esfuerzo»...

El estupendo Pierre Daninos, que mantenía con los ingleses un pleito interminable desde su divertido chauvinismo, escribió que al fallecer la madre del conde de Shelton, éste se encabritó al enterarse de que el entierro se había programado a las 10 de la mañana del día siguiente al óbito materno. Y que su mayordomo Robster le apoyó en la protesta. «Su Gracia desayuna a las 10.30, se baña, y hasta el mediodía no baja al salón. Eso sí, lo hace a las doce en punto, ni un minuto más ni un minuto menos». El problema es que el entierro sólo podía llevarse a cabo a las diez, porque aquel día habían fallecido demasiados vecinos del conde. Y Robster, en un arranque de coraje, dio su brazo a torcer y le recomendó al conde «un esfuerzo especial para asistir al entierro de su madre». No lo hizo. A las doce, llevó a la tumba de su madre un ramo de glicinias recién cortadas, pero no rompió sus costumbres matutinas.

Podemos, que forma parte de las instituciones, está organizando una manifestación callejera en torno al Congreso de los Diputados. Es ilegal, pero ya se sabe lo que le importa a Podemos la legalidad. Sucede que la sesión comienza por la mañana, y la gente –la gente es sólo la que vota a Podemos–, no está preparada para ello. Lo tengo observado y comprobado por el «Twitter». Los trolls de Podemos comienzan a insultar en masa a partir de las seis de la tarde, que es la hora de sus amaneceres. Para que la manifestación ilegal constituya un éxito de convocatoria, la presidenta del Congreso, doña Ana Pastor, tendría que haber fijado el inicio de la sesión a las siete de la tarde, es decir, las 19 horas, con el fin de que los perroflautas, cumplido el esfuerzo, puedan reunirse en estimable número en torno a la Cámara Baja. Se me antoja poco democrática la actitud inflexible de la presidenta del Congreso de los Diputados. No se puede jugar con el cansancio de la gente. Más aún si se pretende que acudan a la manifestación los militantes de Podemos que se van a manifestar contra la Guardia Civil en Alsasua, o los parlamentarios vascos electos que han votado en contra de jurar o prometer lealtad a la Constitución en la Cámara autonómica de Vitoria.

Para que la gente se manifieste bien y a gusto, tiene que estar descansada, relajada y contenta.

De ahí que proponga a la señora Pastor y a la Mesa del Congreso –que tiene un representante de Podemos–, que retrase el comienzo de la sesión hasta que toda la gente, o al menos, un alto porcentaje de ella, se haya despertado.

Un esfuerzo, un esfuerzo...