José María Marco

Valor y heroísmo

El pasado lunes, 1 de julio, se presentó un libro en Madrid, en la Casa de América. No parece gran novedad. Sin embargo, el volumen –titulado «Valor y heroísmo»– es el catálogo de una exposición... que nunca llegó a celebrarse. En resumen: se presentó el catálogo de una exposición completamente preparada, hasta en el catálogo, pero que se quedó en nada.

Lo recordó el comisario de la exposición no nata. En 1811, las Cortes de Cádiz crearon la Orden Militar de San Fernando para premiar el valor militar en combate para cualquiera que lo demostrara, con independencia de su graduación y origen social. Desde entonces, la Orden de San Fernando ha premiado y más aún que eso, ha mostrado el valor de muchos militares españoles (también extranjeros), así como de paisanos y milicianos. En aquellos años de revoluciones se crearon en toda Europa diversas órdenes. La de San Fernando, sin embargo, se otorga según un reglamento particularmente exigente y tras un juicio contradictorio, algo excepcional.

Quienes tienen la Cruz de San Fernando, es decir, «la Laureada» y la Gran Cruz Laureada, han demostrado un amor a España que les llevó a poner en peligro, y tal vez a dar por ella, lo más valioso. Un militar extranjero que contempló una de estas acciones gloriosas exclamó: «¡Dichoso el país que es tan querido por sus hijos!»

Pues bien, ese país, que sigue siendo España, ha debido de alcanzar un tal grado de beatitud que algunos de sus representantes no necesitan ya recordar tiempos menos felices. Para celebrar el bicentenario de la Orden de San Fernando se empezó a preparar una exposición que se iba a inaugurar –por el Rey, Soberano de la Orden– el 8 de noviembre de 2011 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se seleccionaron las piezas, se organizó el espacio, se grabaron vídeos, se revisaron archivos, museos y colecciones privadas. También se preparó el –excelente– catálogo. Las instituciones comprometidas colaboraron todas, como era su deber, y la exposición iba a ser montada cuando el 21 de julio de 2011 la Dirección de la Real Academia de Bellas Artes frustró el proyecto. No ha habido ninguna explicación de lo ocurrido. Es posible que los representantes y los miembros de la Academia no se consideraran dignos de albergar un acto tan honroso. No les falta razón, y sin duda se habla poco de una de las características más acendradas de las élites de nuestro país, que no es precisamente el valor ni el heroísmo.