Historia

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Viva Europa cristiana y jacobina

La Razón
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Al visitante del cantón de la Montaña Vasca lo recibe un cartel cuatrilingüe (Bienvenues / Bienvenidos / Planvienguts / Ongi etorri), que es la única concesión del jacobinismo republicano a las veleidades autonomistas de Iparralde. Pero en la iglesia parroquial de L’Hôpital Saint-Blaise (Ospitalepea en la denominación labortana, el dialecto del vascuence que se habla en la comarca), la empleada atiende a los turistas en francés o español, y se excusa de antemano por su inglés chapurreado. Hay gente muy rara en Francia: comen ancas de rana y no prohíben emplear su propio idioma en ningún rincón del país. ¡Hasta es obligatorio en la enseñanza! Qué locos. La deliciosa capilla románica dedicada a San Blas, un obispo armenio célebre por su poder curativo de las enfermedades del ganado, recibe peregrinos a Santiago desde hace casi un milenio y su espléndida bóveda tiene forma de estrella de ocho puntas, una clara influencia de los artistas mahometanos que entonces vivían en Al-Andalus. El benéfico intercambio cultural, o sea, era frecuentísimo en la Edad Media sin que ello amainase ni un gramo la animadversión mutua de dos civilizaciones antitéticas y excluyentes que se combatieron hasta que una fue –felizmente– expulsada del solar europeo. Ciertas corrientes rigoristas musulmanas no han avanzado desde entonces y libran, con la silente complicidad de gran parte de la umma, una guerra despiadada que Occidente no ganará con pancartas ni con vídeos compartidos de John Lennon cantando «Imagine». Si señalar esta evidencia es incurrir en islamofobia, me acuso, siempre que pueda seguir comiendo cuscús. Antes eso que idiota.