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Quisicosas

Cómo parar la violencia

Una vez se calmen las aguas, conviene deslindar cada factor del cóctel explosivo. No es lo mismo el violento que el que pesca en aguas revueltas o el que se apunta a un bombardeo

«¡Todos a Torre Pacheco!» era el el leitmotiv de un chat de Telegram que incitaba a «cazar a los moros». Tan pronto hay palos y reyertas, acuden los moscardones al estiércol. Que nadie crea que esto no ha pasado en las vísperas de ciertos partidos de fútbol o en las calles del País Vasco. Estremecen las imágenes de los inmigrantes con máscaras ¿pero qué hace el líder regional de Vox, José Ángel Antelo, calentando los ánimos en internet en un momento peligroso?

Hace años, cuando los racistas se llamaban «skinheads», me mezclé con ellos en Alcobendas y La Moraleja, en Madrid, para un reportaje. Los había ultras de clubes de fútbol y pijos intoxicados por la propaganda, miembros de bandas latinas y neonazis. Todos tenían en común un desnortamiento vital, familias desestructuradas (algunas de dinero) y un ánimo violento. «La violencia me pone» me dijo un chaval guapísimo, de ojos azules, cuyos padres trabajaban de sol a sol, apenas aparecían en casa y no daban importancia al bate que guardaba en su habitación.

La Guardia Civil ha detenido a los tres autores del salvaje apaleamiento de un hombre en el pueblo, todos marroquíes, uno de ellos apresado cuando pretendía pasar a Francia por el País Vasco. La acción policial, un poco tardía pero eficaz, es la clave para calmar los ánimos. No es ni mucho menos la primera vez que asistimos a sucesos así, recordemos El Ejido (Almería). En esta historia hay muchos ingredientes, están la simple maldad de los agresores, la lógica reacción de los vecinos, el interés ideológico de los que quieren convertir esto en una cruzada anti inmigración, los bulos con imágenes de otra paliza de un mes antes en Almería (que se presentaba como de Torre Pacheco), el follón de las redes sociales. Y algo que no conviene olvidar, la juventud de los protagonistas, desde los delincuentes (19 años tiene el criminal que atacó al hombre de 68 años) hasta los agitadores.

Una vez se calmen las aguas, conviene deslindar cada factor del cóctel explosivo. No es lo mismo el violento que el que pesca en aguas revueltas o el que se apunta a un bombardeo. Sabemos cómo hacerle frente a esto, que se lo digan a los responsables de los clubes de fútbol o a los que pusieron fin a la kale borroka. Aquí parece haber aficionados radicales del Atlético de Madrid y del Hércules de Alicante, venidos de fuera. Hay actores que pueden ayudar, los padres de los implicados, las comunidades religiosas, los maestros y los policías. Severidad en los castigos, normas claras, prohibiciones municipales, pero también propuestas educativas. Hay demasiada gente sin hacer nada por las calles de Torre Pacheco, como denuncia algún tendero marroquí.