Bonus Track
Consentir
Siendo rigurosas, diríamos que quien consiente no tiene por qué aceptar el acto o participar de él
Según la RAE, el verbo transitivo «consentir» significa «permitir a una persona que haga una cosa, o no oponerse a que la haga, especialmente por considerar que dicha acción es negativa». La definición de consentimiento, desde el punto de vista filológico tiene, para mi gusto, connotaciones inquietantes que se cuelan en el ámbito jurídico cuando se hace del consentimiento la piedra angular de una ley. Y es que se otorga consentimiento en la firma de contratos, por ejemplo, y al médico que va a realizar una operación o tratamiento y recaba del paciente que se dé por enterado de los peligros que corre, para que luego no reclame si no está conforme con el resultado… El consentimiento también es una expresión de voluntad –«tácita o expresa»– por la cual una persona se vincula jurídicamente.
Es asimismo la médula de la nueva ley conocida como «Sí es sí». En el caso de denuncia por un presunto delito sexual, la ley dice que el consentimiento, en atención a las circunstancias del caso, puede ser también «tácito» (esto es: un consentimiento no expreso), que sin embargo transmitirá de manera cierta la voluntad de la persona. Esa premisa a mi entender resulta muy escurridiza, ambigua, y puede ser utilizada por la defensa del presunto delincuente para zafarse de una condena, alegando consentimiento «tácito» difícilmente demostrable. «Consentir» un acto sexual posee una evocación filológica que deviene existencial, por cuanto indica que alguien «permite» a otra persona que realice en su cuerpo un acto que quizás entienda como negativo (según la RAE).
Dado que consentir es condescender, no oponerse…, aplicar ese concepto jurídicamente a la comisión de un delito de tipo sexual, comporta una inasible y desconcertante valoración moral. Siendo rigurosas, diríamos que quien consiente no tiene por qué aceptar el acto o participar de él. También que una mujer «sea consentidora» de la realización de un acto sexual no siempre significa que lo apruebe, y mucho menos que sea cómplice de él. (Por cierto: cuanto más claras son las leyes, más justas son también).
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