«De Bellum luce»

Cuando estar de acuerdo es un problema

El drama es que cuando vienen malas, como es el caso, lo mejor que nos puede ocurrir es que PSOE y PP actúen juntos porque cualquier otro compañero de viaje nos encamina al desastre

Ni Moncloa ni Génova son capaces de disimular lo mal que llevan tener que estar de acuerdo en algo. Estos días han sufrido de lo lindo con el pacto en proceso para hacer frente a los aranceles. Mira que lo han intentado, y al final no han sido capaces de contenerse. Las maquinarias que fabrican los argumentarios de partido han abierto compuertas para que, en eso que en el argot de la prensa se llama «en fuentes», corran informaciones sin más objeto que malmeter contra el otro, a ver si es posible así que se frustre el pacto, pero que sea el otro el que lo rompa y quede mal. La realidad es que los dos principales partidos están de acuerdo en lo esencial para hacer frente a una situación tan crítica como la que atraviesa el mundo en estos momentos. Pero les ocupa más buscar la diferencia que aquello en lo que puedan coincidir, no vaya a ser que alguno de los extremos, a derecha o a izquierda, puedan aprovechar esas coincidencias para ganar terreno. A mí me cabe la pregunta de si los que están equivocados son ellos o nosotros, porque, a fin de cuentas, si actúan de esta manera tan poco útil y positiva para el sentido común es porque quienes les filtran el estado de ánimo de la opinión pública, sobre todo de aquellos que pueden entregarles su voto, les dicen que ese es el camino adecuado para conseguir un mejor resultado. El drama es que cuando vienen malas, como es el caso, lo mejor que nos puede ocurrir es que PSOE y PP actúen juntos porque cualquier otro compañero de viaje nos encamina al desastre. Así, aunque el PP siga insistiendo en que no es incompatible la deriva trumpista de Vox con que sigan negociando presupuestos autonómicos con ellos, la realidad es que los de Abascal están invalidados como muletas y no son socios presentables en la Unión Europea ante su decisión de colocar por delante su vasallaje ideológico, posiblemente también económico, por encima del político. Y qué decir de los «amigos» del PSOE, esa extrema izquierda que vive instalada en los años 80 del siglo pasado, imbuida de un antimilitarismo y un discurso anti-OTAN que les hace ridículos en la valoración más bondadosa, y peligrosos, en la más objetiva. Pedro Sánchez parece sentirse atraído por los vínculos poco confesables que ellos tienen con la dictadura de China (también los tienen con Irán, con Putin o Maduro). Y en medio de este juego a disimular que nos entendemos queda un país que lleva años siendo el que paga la diversión de los que llamábamos partidos de Estado.