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Cuando la extrema izquierda se divide
«Temor en el PSOE y en los “indepes” a que la bronca Sumar-Podemos impida otra futura mayoría de investidura»
George Bernard Shaw (1856-1950), irlandés, el autor de Pigmalión, premio Nobel de Literatura, escribió en el prefacio a su «Saint Joan» que «el miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo». José Félix Tezanos, erre que erre, insiste en sus encuestas en que el PSOE lidera la intención de voto y que, además, aumenta su ventaja sobre el PP, al mismo tiempo que Vox también sube. Es la historia interminable, repetida una y otra vez. Ningún otro estudio demoscópico detecta nada parecido, ni tan siquiera los que parecen manejar, de forma interna en La Moncloa, incluidos los que escruta José Pablo Ferrandiz, el nuevo gurú electoral de Pedro Sánchez. Más allá de los datos de Tezanos, la preocupación que se extiende cada día más en el PSOE, pero también en los indepes más a la izquierda, desde ERC a Bildu, es la división en la extrema izquierda. Sumar y Podemos parecen irreconciliables y estarían decididos a acudir a las urnas cada uno por su lado, tras tratar de lograr cuantos más adeptos mejor, algo que se concreta sobre todo por quién se decantaría Izquierda Unida. La guerra, nada sorda por otra parte, entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, con Irene Montero e Ione Belarra de mascarones de proa, solo acabará con la victoria de uno de los dos. Habrá sangre política y no habrá piedad, aunque la «Evita» gallega siempre podría intentar refugiarse entre los socialistas, olvidadas, por supuesto, las ínfulas que tuvo de convertirse algún día en presidenta. La división fratricida de la extrema izquierda impediría al PSOE reeditar la última mayoría de investidura. Es lo que justifica, por ejemplo, que María Jesús Montero, entre otras muchas cosas, se desgañite para pedir la unidad de Sumar y Podemos. Lo mismo quieren, y lo dicen sin tapujos, los «indepes» de ERC. Por supuesto, nadie pondrá en peligro la legislatura, que durará lo que quiera Sánchez, pero cada vez más temen, si Iglesias y Díaz no se entienden, y no parece, que podrían tardar en disfrutar de una situación en la que condicionen tanto a un Gobierno. Eso no significa que el PP, con Vox, pueda gobernar con facilidad, sino que –Tezanos al margen– los números empiezan a no salirle al inquilino de La Moncloa y el miedo a eso le lleve todavía a mayores extremos, como diría Bernard Shaw.
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