V de viernes

Cuando restaurar es arruinar

Impedir la ganadería y la agricultura en los parques naturales es el principal motivo de que los actuales incendios sean más virulentos que nunca

El concepto de “restaurar la naturaleza”, tras la acumulación de barbaridades que el hombre viene perpetrando desde hace años, suena bien, pero la ley en proceso de aprobación en Bruselas que lleva ese nombre, está levantando una polvareda de críticas por parte de sectores que creen que tal legislación arruinará a decenas personas que ahora viven del campo o la pesca.

En realidad es una vuelta de tuerca más sobre la agenda verde, cuya música es atractiva de entrada, aunque sus consecuencias no tanto, pues cientos de familias se quedan sin su fuente principal de ingresos al clausurarse por decreto la actividad de decenas de autónomos de la agricultura, la ganadería y la pesca, así como de numerosas pymes y cooperativas.

Lo menos polémico del proyecto es lo que se refiere a convertir las ciudades en espacios verdes, ecológicamente sostenibles, con la masiva plantación de especies arbóreas y vegetación, parques y lo necesario para corregir el defectuoso diseño de nuestras urbes.

El problema llega cuando se regulan los espacios naturales, con la idea de desterrar cualquier tipo de actividad humana, convirtiendo esas tierras en zonas vírgenes sin población ni tarea de ningún tipo, más que la meramente salvaje de la fauna y la flora. Está demostrado que impedir la ganadería y la agricultura en los parques naturales es el principal motivo de que los actuales incendios sean de “sexta generación”, debido fundamentalmente a que la ausencia de gestión convierte los matorrales en combustible, con lo que el fuego se propaga con suma facilidad. La ganadería reduce los forrajes y la agricultura elimina las zonas de riesgo, reduciendo el peligro de incendio. Al impedirse la ganadería y la agricultura, además, se condena a la ruina a miles de personas, se reduce la producción alimentaria y perdemos soberanía alimentaria, pasando a depender de países como Marruecos, escasamente ecológicos en sus prácticas de laboreo. El precio de los alimentos se disparará más, con más inflación. Muchas familias no podrán acceder a alimentos de calidad, con las consecuencias para la salud que ello conlleva. Ocurre igual con la drástica reducción de los caladeros de pesca, convirtiendo al pescado en un producto escaso y para ricos, y a nuestros pescadores en pobres de necesidad.

La ley también consagra la política de “eliminar obstáculos de los ríos”, o sea azudes, presas y embalses, algo en lo que nuestra vicepresidenta Ribera se viene empleando con ímpetu. Destruir pantanos en España no es lo mismo que en Dinamarca. Aquí tenemos sequías y son absolutamente necesarios para combatirlas. Algo que se ha demostrado eficaz, pero que Europa está empeñada en liquidar con la finalidad de que los ríos discurran por sus cauces sin ningún impedimento.