Opinión

A la descarada compra del voto

«Estamos viendo incluso el deterioro institucional provocado a la reputación del mismo Gobierno, que ha pasado de ser, cuando menos, respetado como máximo órgano colegiado al frente del poder ejecutivo»

El sanchismo instalado en el gobierno se ha convertido en un auténtico despropósito que, al mando del BOE, puede hacer un daño irreparable al futuro de España y los españoles si sobrevive a este año electoral. Estamos viendo incluso el deterioro institucional provocado a la reputación del mismo Gobierno, que ha pasado de ser, cuando menos, respetado como máximo órgano colegiado al frente del poder ejecutivo –sin perjuicio de la afinidad política o no hacia él– a convertirse en una auténtica jaula de grillos (y grillas) enfrentado en su seno y publicitando sus diferencias. El lamentable espectáculo del «Solo Sí es Sí», con el gobierno incluso enfrentado por facciones entre sí en el Congreso, no tiene precedentes conocidos en un gobierno serio y es más propio de regímenes considerados como «bananeros».

En estos, la dimisión como gesto de dignidad ética personal para asumir responsabilidades políticas es inexistente, como vemos sucede con el sanchismo. Así, se llega a que determinadas iniciativas del sector mayoritario socialista se ocultan al sector podemita para evitar la confrontación pública . Lo grave e inaudito es que no son iniciativas proclamadas por Sánchez como meras promesas electorales que no pasan por el Consejo de Ministros, sino que sí que van, y de ahí al BOE o al Congreso como proyectos de ley y con abusiva frecuencia como Reales Decretos Ley para su convalidación. Al menos, los tripartitos precedentes presididos por el socialismo catalán que han gobernado la Generalitat guardaban las formas –el fondo ha sido un desastre para Cataluña y para toda España sembrando la semilla del «procés»–, pero no exhibían y hacían gala de sus diferencias como sucede actualmente.

Ahora vemos a la Vicepresidenta 2ª y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de «superstar» y en campaña permanente durante gran parte de la legislatura para promocionar su marca política partidista. En permanente exposición y reparto de sonrisas, besos y abrazos a diestro y siniestro, –menos, eso sí, a sus exsocias podemitas– utilizando su cartera ministerial como mera plataforma electoral personal anunciando promesas sin cuento y sin precisar si lo hace como ministra, como comunista, como expodemita, o simplemente buscando «sumandos» para Sumar. Alguna de sus últimas ocurrencias merece ser registrada para la posteridad, como la de proponer la entrega de un capital económico a los jóvenes al cumplir la mayoría de 18 años con cargo a un impuesto a las personas de mayor patrimonio y renta. Quien piense que pretende comprar ese voto al que tienen derecho al llegar a esa edad es un simple capitalista y además muy mal pensado.