
Eleuteria
El desencanto de Musk
Ha descubierto que el Estado no puede reformarse desde dentro porque sus incentivos están podridos
Durante los últimos años, Elon Musk ha sido una figura prominente no sólo en el ámbito empresarial, sino también en el político. Su respaldo financiero al Partido Republicano fue incuestionable: más de 300 millones de dólares dirigidos a respaldar la candidatura de Donald Trump y otros representantes conservadores. Sin embargo, en una reciente entrevista, Musk sorprendió al anunciar que reducirá de manera muy sustancial sus donaciones políticas futuras. ¿Qué ha ocurrido?
Dos explicaciones, no excluyentes, pueden arrojar luz sobre este repliegue. La primera es de índole empresarial: los accionistas de Tesla podrían haber presionado a Musk para que abandone sus aventuras ideológicas y se concentre en reflotar el valor bursátil de la compañía. No es ninguna novedad que el tiempo y el talento de Musk generan mucho más valor en el sector privado que en la arena pública. Y quizá él mismo, reconociendo esa verdad, ha decidido replegarse.
Pero la segunda explicación es más profunda, más estructural. Tras liderar el Department of Government Efficiency (DOGE), Musk se ha topado de frente con la realidad del aparato estatal. Su promesa de recortar 2 billones de dólares del gasto público ha quedado en agua de borrajas: en lo que va de 2025, el gasto federal ha crecido un 5,2% respecto al año anterior. Sí, se han registrado logros puntuales como la eliminación del USAID, pero la magnitud de los ajustes queda muy lejos de lo prometido. Frente a la motosierra de Javier Milei, Musk apenas ha blandido un cortauñas.
Él mismo lo reconoce: el DOGE no impone, sólo asesora. La ejecución de los recortes depende de la voluntad del Congreso y de la Casa Blanca, una voluntad que simplemente no existe en muchos casos. Musk no se lamenta por falta de poder, sino por falta de respaldo político, incluso dentro del partido al que ha financiado generosamente.
¿Y qué conclusión probablemente haya terminado extrayendo? Que el Estado no funciona como una empresa: no optimiza recursos, no persigue valor, sino que se expande para parasitar al contribuyente. Lo hace tejiendo redes clientelares que convierten cualquier ajuste en una amenaza electoral. Y como los políticos no buscan nada similar al bien común, sino su permanencia en el poder, hasta los más «liberales» se convierten en conservadores del gasto cuando el coste es perder votos.
Elon Musk ha descubierto que el Estado no puede reformarse desde dentro porque sus incentivos están podridos. Y por eso se aleja de la política.
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