Apuntes

El despertar fiscal del joven Alejandro

El ganador de un concurso televisivo ha descubierto el concepto de «presión impositiva»

Alejandro Nieto es electricista, como su padre, pero desde que ganó el concurso de «Míster España» en 2016 se ha convertido en un habitual de los realitys de la tele, esos programas con más guionistas, realizadores, productores, cámaras y técnicos de sonido que «Avatar 2» y que modelan un imaginario social del triunfo fácil a base de palmito físico o de exponer supuestas miserias morales. Pero no es fácil. Detrás hay muchas horas de trabajo precario, siempre pendiente del veredicto de una audiencia a la que cada vez cuesta más enganchar. El último curro de Alejandro ha sido en esa dichosa isla de Honduras –Roatán es de lo más bonito que hay en el mundo– donde unos famosos juegan a los robinsones, pasan tanta hambre que llegan a corromperse por una hamburguesa fría, les comen los mosquitos, se tuestan al sol, les ponen una cámara hasta para dormir y tienen, además, que montarse unos líos interpersonales de aúpa, de esos de «te voy a explicar como tú eres, pedazo de cerdo».

Alejandro ganó la última edición del concurso, Telecinco le pagó 200.000 euros y nuestro star televisivo decidió que iba a comprarse una casa en Cádiz, un coche y, con lo que sobrara, montar un negocio. Y, a partir de ahí, comenzó el despertar fiscal de nuestro héroe. Como primera providencia, Hacienda se le queda con el 19 por ciento del premio, así, en bruto, y, luego, le aplica al resto de la pasta el correspondiente IRPF. En total, 80.000 euros. Pero hay más. Están los impuestos asociados a la compraventa de la casa, incluidos el de Actos Jurídicos Documentados, el IVA, y el de Trasmisiones Patrimoniales, amén de los gastos notariales y otras tasas municipales. Ah. Queda el IBI, que es de por vida. El coche genera impuestos de matriculación y de circulación, además de los ordinarios, y, luego, pagas las revisiones de la ITV y los tributos especiales a los combustibles. Según dónde residas, te puede caer la ORA o el coste de un plaza de estacionamiento, que, por supuesto, también está sujeta a tributación. Y si hablamos de montar un negocio, ahí la Hacienda pública se pone las botas, como sabe cualquiera que haya pagado una nómina y esté sujeto al impuesto de sociedades. Lo peor, es que la palabra del Fisco es verdad revelada y siempre va a por todas. Anda atribulada una actriz a la que amenazan con 32 años de cárcel, más que si hubiera asesinado al subinspector de turno. Y qué me dicen del caso de la Pantoja, la única presa política en la historia democrática española, encarcelada y vilipendiada para dar ejemplo.

En fin, que nuestro Alejandro ha puesto el grito en el Instragram y se pregunta que a dónde va el dinero. Pues, sencillamente, una parte de los impuestos se dedica a pagar las ineficiencias del sistema económico español en forma de subsidios, subvenciones, desempleo, ayudas al alquiler, al transporte y a la energía. Otra parte sufraga el gasto de secretarías de estado, subsecretarías, direcciones generales, subdirecciones generales y otros departamentos de los 17 gobiernos autonómicos y del central. Otra parte costea espectáculos públicos, campañas de concienciación de dudosa utilidad y películas que no ve nadie. Y, luego, claro, están las pensiones, la sanidad y la educación, que se llevan la parte del león, pero de un león que come por diez. Aunque Alejandro debería estar contento. Gracias a su aportación, Hacienda ha conseguido en 2022 los mayores ingresos de su historia. Lo mismo cae algo a la red de Cercanías de Madrid.