
El bisturí
Dos años de mordidas, prostitutas y tamarismo
En este tiempo ha caído Koldo. Ha caído José Luis Ábalos. Ha caído Santos Cerdán.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha llegado al ecuador de la legislatura en mucho peor estado que como la empezó. En estos 730 días ha habido de todo –salvo Presupuestos y promesas electorales cumplidas–, y nada bueno. El resumen es sencillo. Cuando un escándalo mayúsculo estallaba, otro aún mayor ocupaba su lugar hasta que uno nuevo que parecía imposible de superar se instalaba entre la opinión pública para ser subsumido al poco por el siguiente. Un ciclo eterno del que ya tuvimos sobradas muestras antes de las pasadas generales y que vemos ahora en todo su esplendor. En estos dos años ha habido mentiras –muchas–, presuntas mordidas, escarceos lúdicos con prostitutas, dos secretarios de Organización del PSOE imputados, corruptelas y asuntos turbios bajo la lupa judicial, y amagos de dimisión que eran tan falsos como las proclamas oficialistas que hablan ahora de regeneración o las miles de viviendas públicas para los jóvenes prometidas en campaña. También ha habido mucho marketing, pero el pacifismo propalestino, el intento de desviar la atención hacia Trump, los ataques a Isabel Díez Ayuso y el ecologismo de salón ya no cuelan. De hecho, aburren.
En este tiempo ha caído Koldo. Ha caído José Luis Ábalos. Ha caído Santos Cerdán. Todo ha cambiado para que, en el fondo, y desafiando a Heráclito, todo siga permaneciendo, con el presidente y un séquito que evoca el cutrerío del tamarismo agarrados al poder merced a las concesiones singulares que entregan como dádivas a los nacionalistas y separatistas. De todos los dislates producidos en este tiempo por el Gobierno y sus aliados hay, sin embargo, dos que quizás merezcan resaltarse sobre los demás: la incompetencia gestora manifiesta de los servicios públicos, una cualidad innata de la izquierda, y el agujero disparado de la deuda pública, otra característica propia de los representantes de esta ideología en todos los sitios en los que gobierna. En los dos años que han transcurrido desde que se estrenó la legislatura, ha habido apagones, con uno especialmente significativo y aún no suficientemente explicado, los servicios de cercanías y los trenes de media y larga distancia funcionan peor que nunca, y las carreteras están repletas de baches por culpa de la insuficiente inversión en conservación y la despreocupación del ministro pertinente. Tampoco están mejor la Educación y la Sanidad públicas. España se encuentra a la cola en los principales índices educativos internacionales y las listas de espera diagnóstica y quirúrgica baten todos los récords. Es cierto que las competencias están transferidas, sí, pero entonces, ¿por qué prometió la izquierda una ley para reducirlas y cómo está contribuyendo ahora desde el Gobierno a ponerles freno? El asunto de la deuda pública es casi aún peor, porque su dimensión actual hipoteca a generaciones futuras, deja indefensa a España ante posibles nuevas turbulencias financieras internacionales y se ha producido, además, en un momento en el que los españoles se encuentran masacrados por los impuestos. ¿Dónde va a parar todo lo recaudado por el Ministerio de Hacienda de la ministra María Jesús Montero? ¿En qué partidas se está disparando el gasto en un momento en el que el Ejecutivo es incapaz ni siquiera de presentar unos Presupuestos? En apenas un año, el débito del Estado ha crecido en 64.000 millones de euros y en términos porcentuales, representa ya el 102,3% del PIB. Un dislate en toda regla.
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