Y volvieron cantando
Dulces derrotas, amargas victorias
Dulce derrota entre los socialistas y un rictus de amarga victoria entre los populares si, a pesar de la diferencia global de votos, las plazas más emblemáticas no experimentan cambios de poder
Pese al mucho poder que hay en juego en comunidades autónomas y miles de ayuntamientos, las del domingo 28 tal vez pasen por ser las elecciones con un más marcado carácter plebiscitario frente a la batalla definitiva que determine medio año después, quiénes se encargarán de llevar, desde el puente de mando de La Moncloa las riendas del país. En este sábado, a ocho días para la cita con las urnas pocos se atreverían a descartar –salvado el inasequible al desaliento CIS de Tezanos– que, en número de votos, el Partido Popular puede desbancar a los socialistas, a la vista de un desgaste de la marca PSOE a nivel nacional, cuya incidencia será, encuestas en mano, inevitable a nivel local y autonómico. Pero son pocos también los que, a pesar de ese indicativo dato, se aventurarían a vaticinar una noche electoral del 28-M en la que corra el cava por los pasillos de la sede popular en Genova-13 ante un verdadero vuelco que acarrease el desalojo de la izquierda en gobiernos clave del territorio nacional.
La del 28 puede ser una noche en la que las caras de los dirigentes del PSOE y PP dibujen en sus respectivos cuarteles generales una mueca de dulce derrota entre los socialistas y un rictus de amarga victoria entre los populares si, a pesar de la diferencia global de votos, las plazas más emblemáticas no experimentan cambios de poder. Madrid se da por amortizada para la izquierda en comunidad y ayuntamiento ante las excelentes perspectivas de Díaz Ayuso y Almeida, también pueden caer en manos del PP comunidades uniprovinciales como La Rioja y Cantabria, dándose por hecho que se mantiene Murcia e incluso podría ganarse Extremadura, castigada por el ridículo ferroviario y la actitud inane de Fernández Vara ante la política de La Moncloa a diferencia de los Page y Lambán. Pero un panorama en el que –con la que cae– el PSOE acabe manteniendo la emblemática comunidad valenciana, Castilla-La Mancha, Aragón, Baleares y ciudades claves como Sevilla, ganándose además la alcaldía de Barcelona, tampoco sería lo más parecido a ese tsunami por el que clama una muy movilizada derecha y dejaría inquietantemente y muy de par en par todo abierto para las elecciones generales. Salvo corrientes subterráneas por detectar –que a veces aparecen– la del domingo 28 puede ser otra noche de derrotas indoloras para unos y victorias agridulces para otros. Veremos.
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