
Escrito en la pared
Economía del rearme
Sólo una cuarta parte de las compras de armas en Europa han sido internas, fiándose casi todo a las importaciones, principalmente de Estados Unidos
La economía del rearme es un asunto complejo que obliga a huir de cualquier simplificación. Desde el punto de vista macroeconómico, los incrementos del gasto público en defensa tienen un efecto débil sobre el crecimiento del PIB que, en todo caso, es inferior al del gasto no militar. Pero ese menor impulso macroeconómico está seguramente compensado por los resultados disuasorios que tiene el rearme sobre los potenciales enemigos, pues la historia de los conflictos bélicos señala con claridad que es mucho más costoso ganar una guerra que prevenirla. Por eso, ahora, en Europa, cuando las condiciones de la defensa se han trastocado repentinamente gracias al cambio de papel que quieren impulsar los Estados Unidos, coincidente con el irresuelto conflicto de Ucrania, es imperativo no sólo incrementar los recursos destinados a las fuerzas armadas, sino reorganizar las relaciones entre los ejércitos nacionales para reforzar su cooperación, encaminándose hacia un mando conjunto, a la vez que, probablemente siguiendo el modelo de la industria aeronáutica, se reestructuran las industrias militares.
En todo esto se plantea un problema de eficiencia, pues el rearme no consiste sólo en reforzar las adquisiciones de armamento, sino también en aumentar los soldados encuadrados en los ejércitos –como el ejemplo de España evidencia–. Sabemos que esto último tiene efectos económicos muy inferiores a los que se derivan del desarrollo y la compra de sistemas de armas. Éstos, a su vez, pueden generar un impulso positivo en el fortalecimiento industrial, especialmente si las actividades productivas se acompañan de programas internos de I+D. Por eso no conviene olvidar que, en los años recientes, sólo una cuarta parte de las compras de armas en Europa han sido internas, fiándose casi todo a las importaciones, principalmente de Estados Unidos. Ciertamente, estas últimas pueden tener un efecto positivo de difusión tecnológica, pero los estudios disponibles lo condicionan a que su financiación tenga lugar a costa de una disminución del consumo público.
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