Elecciones catalanas

Del voto útil al voto inútil

La Razón
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De acuerdo con la mayoría de los sondeos, todo apunta a que de las elecciones autonómicas catalanas va a surgir un Parlament muy fragmentado, en el que la diferencia entre los partidos constitucionalistas y los separatistas se dirimirá por uno o dos escaños. Por supuesto, esta previsión tiene en cuenta que el sistema electoral catalán, que se rige por la Ley General española, no garantiza la victoria de quienes obtienen más votos, sino de la concentración de los sufragios en las circunscripciones menos pobladas, lo que favorece claramente a los sectores más nacionalistas, muy imbricados con el mundo rural. De ahí que la apelación al llamado «voto útil» cobre todo su valor, especialmente en el campo de quienes defienden la Constitución y una Cataluña integrada en España. Sin embargo, el mismo hecho de la fragmentación del voto constitucional –que también ocurre en el caso de los independentistas– nos aconseja unas consideraciones editoriales sobre las distintas alternativas que se ofrecen a los electores. En este sentido, conviene desechar de inicio la opción de Podemos, puesto que carece de una posición política inteligible frente al gran desafío que plantea esta convocatoria electoral. No sólo por su incoherencia ideológica, impropia de un partido que se dice de izquierdas, pero que no tiene empacho en apoyar un nacionalismo identitario y xenófobo, sino porque es prácticamente imposible pronosticar un comportamiento post electoral que estará condicionado por el oportunismo y marcado por estrategias ajenas a los intereses de Cataluña. Con respecto al voto separatista, la utilidad pasa, sin duda, por ERC, formación que, al haber renunciado a la llamada «vía unilateral», puede evitar ese bucle infinito de la frustración que representa el partido del expresidente Carles Puigdemont. Queda, pues, por analizar la relación de fuerzas en el bloque constitucionalista que conforman convencionalmente Ciudadanos, PSC y Partido Popular. Desde nuestro punto de vista, votar a cualquiera de los tres partidos es una opción útil para los intereses generales y, con seguridad, la mejor vía para que Cataluña salga de la parálisis institucional en que se encuentra y pueda recuperar la normalidad en la convivencia y la cohesión ciudadana, imprescindibles para seguir progresando económica y socialmente. De hecho, la victoria constitucionalista, como señalábamos en pasadas notas editoriales, es perfectamente posible, a poco que se consigan 1.900.000 votos, que es la media de los sufragios que han obtenido las tres formaciones en las últimas cuatro elecciones generales. Conseguir la movilización de esos 134.000 votantes que suelen abstenerse en las autonómicas debe ser el objetivo primordial en lo que resta de campaña hasta el 21 de diciembre. Pero, si bien, hablamos de un «voto útil» general, éste puede convertirse en perfectamente inútil si los líderes políticos concernidos son incapaces de articular una mayoría de respaldo al futuro presidente de la Generalitat. El que menos problema plantea es, por supuesto, el voto al Partido Popular, que lidera Xavier García Albiol, por cuanto no hay duda de su disposición al acuerdo con el resto de las formaciones no independentistas para recuperar la institucionalidad en Cataluña. Pero esa misma certeza de voluntad de pacto por encima de intereses propios, por muy legítimos que estos sean, debería existir en el caso de Ciudadanos y del PSC. Nada más desmoralizador para sus votantes, que un cruce de vetos pudiera echar por tierra una victoria electoral que tuviera posibilidades de traducirse en el cambio político que Cataluña, y por ende España, necesitan.