España

El Rey marca el camino en un discurso histórico: diálogo y ley

La Razón
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Nada dejó ayer al azar Su Majestad Don Felipe VI para resaltar la trascendencia histórica del momento que vive España. Ni la elección del Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, escenario inédito del tradicional mensaje de Nochebuena, ennoblecido con la bandera nacional, ni la referencia inicial al significado que tiene el augusto edificio en la continuidad histórica de la nación española. El Rey ha querido que sus conciudadanos perciban la grandeza de la nación que habitan y que están llamados a seguir construyendo desde la libertad y la unidad en unos momentos, en las propias palabras de Don Felipe, en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une y valorar lo que hemos construido juntos. Porque el excelente discurso que el Rey dirigió ayer a los españoles, escrito una vez que fueron conocidos los resultados de las elecciones generales, es un llamamiento desde la serenidad y la confianza en las fortalezas de nuestra democracia a la responsabilidad y el sentido de Estado de quienes han de ejercer la representación de la soberanía nacional en el Parlamento, que, como recordó Su Majestad, es el único titular del poder de decisión sobre los asuntos esenciales que conciernen a la nación.Nos advierte Don Felipe de que España es una entidad dinámica que avanza y progresa al ritmo que le impelen sus ciudadanos y que sus instituciones políticas no pueden obviar esta realidad; que, muy al contrario, deben caminar al mismo paso que el pueblo al que sirven y representan, con especial sensibilidad a las demandas de rigor, rectitud e integridad en la acción pública. Pero que, al mismo tiempo, no es posible actuar al margen de la Ley, porque la Ley es el fundamento de nuestra vida en libertad. Y nos recuerda Su Majestad en estos momentos de incertidumbre política, cuando aparece sobre el horizonte el fantasma de un periodo de inestabilidad, que la certeza de la Constitución es el mejor instrumento para superar las dificultades, presentes y futuras, y que la ruptura de la Ley siempre nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, el empobrecimiento y el aislamiento. Nos equivocaríamos, sin embargo, si pretendiéramos no ver en el discurso del Rey más que consideraciones generales sobre los principios democráticos y la convivencia nacional, porque el texto contiene, dentro del más estricto respeto al marco institucional y al papel que nuestra Carta Magna atribuye a la Monarquía, mensajes diáfanos para quienes deben hallar en las próximas semanas una solución de Gobierno que permita abordar el gran desafío de la mejora de la economía, el empleo y, consecuentemente, los servicios públicos esenciales. Sin necesidad de citas personales, se apela a la responsabilidad de los líderes de los dos grandes partidos políticos españoles, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, la búsqueda de la concertación, el diálogo y el compromiso, manteniendo siempre presente que el interés general de la nación está por encima de los intereses personales. Y se recuerda, asimismo, a los partidos emergentes, en especial a los que propugnan una revisión del sistema constitucional vigente, y a las formaciones nacionalistas que ponen en duda la unidad de España, que respetar el orden constitucional es la única manera de defender la convivencia democrática, los derechos y libertades de todos los ciudadanos, y nuestra diversidad cultural territorial. No en vano, las ideas y conceptos más repetidos por Su Majestad en el mensaje de Nochebuena fueron «España» y «los españoles», seguidos de «convivencia» y «Constitución». El Rey, pues, no pretende eludir la gravedad del momento político, como no lo hizo cuando el desafío separatista catalán entró en derroteros insólitos, pero reitera su confianza en España y envía un mensaje de seguridad en la primacía y defensa de nuestra Constitución. Así, podemos resumir las palabras de Don Felipe en una idea principal: que ahora, lo que nos debe importar a todos, y ante todo, es España y el interés general de los españoles. Y que ese interés general sólo se sirve por medio del respeto a la Ley. Es imprescindible, aunque ya no sean palabras de Su Majestad, que tanto el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, como el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, extremen su voluntad de diálogo y acuerdo. Pero, ciertamente, no está en manos de Rajoy convencer a alguien que parece haberse fijado como objetivo alcanzar la presidencia del Gobierno a cualquier precio y que se cierra a la búsqueda de otras fórmulas de compromiso que permitan mantener la estabilidad política de España y cumplir con los acuerdos firmados con nuestros socios de la Unión Europea. Por ello, las palabras del Rey son, sin duda, la mejor guía para el proceso de diálogo, que en ningún caso puede obviar los principios que inspiran nuestra Constitución, porque nos reclama al espíritu de concordia y unidad, a esa fuerza interior que, como nos dice el Rey, es mucho mayor de lo que a veces pensamos.