España

Lealtad en política exterior

Es conocida la irresponsable tendencia de algunos dirigentes políticos catalanes a llevar por cuenta propia una política exterior, haciendo uso de unas atribuciones que no les corresponden ni para las cuales tienen medios –a no ser que se duplicase costosamente la del Gobierno central– y que interfieren de manera desleal con los intereses españoles. Muy probablemente sea este último uno de sus objetivos: menoscabar la autoridad de España. De otra manera no se entendería el último capítulo: un alto responsable de la Generalitat de Cataluña ha transmitido a las autoridades de Gibraltar su interés de participar en los actos conmemorativos de los trescientos años del Tratado de Utrecht. En concreto, la iniciativa ha sido formalizada por Roger Albinyana, secretario de Asuntos Exteriores y de la Unión Europea, dependiente de Presidencia del Gobierno autónomo, y ha sido comunicada al ministro principal del Peñón, Fabian Picardo. Artur Mas debería desautorizar cualquier iniciativa en este sentido, sobre todo en un momento en el que las relaciones de España con Reino Unido viven un momento de desencuentro a cuenta de la provocación de las autoridades gibraltareñas de que impiden faenar a nuestra flota en aguas territoriales españolas. La Generalitat debería evitar cualquier acto de complicidad con el Gobierno de Picardo, a no ser que quiera persistir en esa errática y absurda «política exterior», sobre todo cuando lo prioritario para Mas es afrontar el déficit y aunar esfuerzos con el Gobierno central. Pero en la estrategia nacionalista la Historia –o su manipulación– ocupa un capítulo fundamental, aunque siempre entendida como propaganda y legitimación de sus agravios. Si Gibraltar celebra la Paz de Utrecht porque supuso la cesión de la ciudad a Gran Bretaña por parte de España en 1713, la Generalitat prepara sus propios fastos en 2014 para conmemorar la caída de Barcelona hace 300 años frente a las tropas de Felipe V, con lo que se puso fin a una Guerra de Sucesión librada en toda Europa, aunque los historiadores oficiales insisten en que fue una guerra «contra Cataluña». El Gobierno de Mas debería evitar capítulos tan bochornosos en su «política exterior» como el que nos ocupa y dejar de utilizar sus «embajadas» como centros de difusión de su programa soberanista. La política exterior es algo mucho más serio que felicitar a Gibraltar cuando fue admitido como miembro de la UEFA, como hizo el portavoz de ERC en el Congreso, o animar a una política basada en la ficción histórica, como cuando el ex presidente Jordi Pujol declaró en 2002: «Si se dice que hay que revisar lo de Gibraltar nosotros también podemos pedir que se revise lo de Cataluña». Artur Mas debe actuar con más seriedad y responsabilidad en temas políticos que afectan de manera directa a los intereses de España en el mundo.