
Benedicto XVI
Renuncia, que no abandono

En su último Ángelus como Papa, Benedicto XVI insistió ayer ante los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro en que su renuncia no es un abandono y que «siempre estaremos juntos». Hasta el último minuto, el Santo Padre ha sido fiel a su estilo sobrio y ha querido despedirse de su cita dominical multitudinaria sin una ceremonia especial, tan sólo con un breve comentario al Evangelio del día. Eso sí, reivindicó la libertad de su elección y, de paso, refutó a quienes, con más voluntad que acierto, le han criticado por dimitir como si fuera un abandono de sus responsabilidades. Si faltaba algún detalle ejemplar a su lección de coraje, de inteligencia y de humildad, el Papa Ratzinger lo aportó ayer con su sencilla despedida, sin dramatismos ni prosopopeyas, con una catequesis sobre la oración como fuente de fe y de caridad. En realidad, Benedicto XVI ha aprovechado estos últimos 15 días, desde que anunció su renuncia, a despedirse de sus distintos colaboradores, a los que ha encarecido unidad, amor fraterno y compromiso con la comunidad eclesial; llamadas, en suma, a la santidad de quienes han sido enviados como pastores en medio de un entorno a menudo hostil. En efecto, han arreciado en los últimos días los ataques y las difamaciones contra la Iglesia, los cardenales y la curia vaticana. El laicismo radical, que se distingue por su visceral inquina anticatólica, no quiere desaprovechar este periodo de interinidad para erosionar el crédito de la Santa Sede y ha puesto en circulación una teoría de la conspiración adornada con toda suerte de truculencias, desde supuestos desfalcos económicos hasta sórdidos episodios sexuales, pasando por una feroz lucha de poder. Es muy revelador que el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, haya vinculado estas «calumnias» al intento de «condicionar a los cardenales» que se reunirán en cónclave para elegir al nuevo Pontífice. Pero no en vano la Iglesia atesora dos mil años de historia y, pese a las insidias que llueven sobre ella, sigue su camino con la voluntad firme de cumplir con su misión espiritual al servicio del hombre. Las próximas semanas serán cruciales y marcarán el rumbo de al menos un par de décadas. Al nuevo Papa le aguardan grandes desafíos internos, pero no son los más decisivos ni los más urgentes. Como construcción humana, la organización eclesial siempre será perfectible y evolutiva, pero el gran reto de la Iglesia en estos comienzos del segundo milenio es llevar el mensaje de Jesucristo al corazón del hombre y contribuir a un mundo más fraterno. Benedicto XVI, pese a su breve pontificado, ha dejado una huella profunda como pastor y teólogo, y con su renuncia ha culminado un magisterio ejemplar, admirable y reconfortante para los más de mil doscientos millones de católicos que hay en el mundo.
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