La investidura de Sánchez

Pablo Iglesias y el discurso del veto

La Razón
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La política postbipartidismo se parece a un curso intensivo de cómo adulterar los usos y costumbres sobre los que han pivotado las relaciones entre partidos desde la Transición. Nada es ya inamovible y las certidumbres de antaño se han tornado hoy en evanescentes sensaciones cercanas a la nada.

En ese capítulo, el veto personal de un líder a otro en el marco de una negociación es insólito e impresentable. Que lo promueva el presidente del Gobierno en funciones sobre su socio preferente es sencillamente una provocación. Es conocida nuestra posición crítica con un gabinete de izquierdas entre PSOE y Unidas Podemos, pues consideramos que representa todo lo opuesto a lo que España necesita.

Pero la degradación que supone la censura a aquel con el que se necesita pactar no es baladí. Sánchez actúa como si contara con una mayoría absoluta, pero sus 123 escaños por sí solos sirven para poco o nada. Podría mirarse en el espejo de los ayuntamientos y las autonomías para comprobar que son posibles acuerdos entre distintos si se actúa con rectitud y lealtad, y también colapsos en caso contrario. Pablo Iglesias no puede permitir que le ninguneen con la elección de los ministros de Podemos, si es que llega ese momento, que está por ver.