Big data

Las encuestas electorales influyen escasamente a la hora de decidir el voto

Solo el 9,9% de los que conocieron sondeos manifiesta que condicionó mucho o bastante la elección de la papeleta electoral

Los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas celebradas este pasado 28 de mayo no fueron claramente anticipados por las encuestas electorales y los sondeos de participación que se iban haciendo públicos semana tras semana. Especialmente polémicas resultaron ser las encuestas publicadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que dirige José Félix Tezanos, al que se ha acusado de querer influir en el electorado a través de las publicaciones de sus sondeos, que, recordemos, están elaborados por un organismo oficial, puesto que diferían constantemente de los publicados por el resto de empresas de ámbito privado que ofrecían intenciones de voto muy dispares.

Así, en el estudio pre electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del pasado mes de abril, previo al 28-M, se preguntaba a los españoles por el momento en el que decidían su voto. Con estos datos el 25,7 por ciento de los ciudadanos deciden su voto durante la última semana de campaña, en jornada de reflexión o en la de votación. Lo que significa que su intención de voto no es recogida por las encuestas que se publican en la fecha legal tope, que es el lunes anterior a las elecciones. Por lo que una cuarta parte del voto podría fluctuar con respecto a los datos que ofrecen las encuestas de la recta final. Si se permitiera difundir las encuestas hasta el mismo día de la votación se recogerían todos los cambios que escapan a los estudios demoscópicos obligados a publicar seis días antes del día de votación.

En el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de diciembre de 2019, realizado tras las elecciones generales de noviembre de ese año, las últimas celebradas hasta la fecha, se planteaba a los entrevistados si habían tenido conocimiento de los resultados de alguna de las encuestas o sondeos preelectorales que se hicieron sobre las elecciones generales del 10 de noviembre. El 54,7 por ciento respondió sí. Por segmento de edades resultó que los menores de 25 años y mayores de 64 años eran los que menos información de encuestas habían tenido, tan solo el 47,6 por ciento y 43,9 por ciento, respectivamente, mientras que los más informados habían sido los que contaban entre 45 y 64 años, con porcentajes superiores al 60 por ciento, seguidos por los de 25 a 44 años con tasas superiores al 55 por ciento de media.

A los que respondieron sí en la cuestión anterior se les preguntó en qué medida tuvo en cuenta las encuestas a la hora de decidir qué iba a hacer en las elecciones del 10 de noviembre con su voto. El 9,9 por ciento de los que conocieron sondeos manifestó que influyó mucho o bastante en la elección de su papeleta electoral, mientras que el 90,0 por ciento afirmaba que poco o nada interfirieron en su decisión a la hora votar. Es más, de este 9,9 por ciento, únicamente el 10,5 por ciento confiesa que le ayudaron a decidir el partido por el que iba a votar, para otro 32,0 por ciento los datos de esa última encuesta reforzaron su decisión de votar por el partido que pensaba y el 32,0 por ciento le animaron a votar. Finalmente, tan solo un 3,4 por ciento cambió de opción.

Por lo que el efecto final no fue significativo, puesto que, sobre el conjunto del electorado, tan solo el 5,4 por ciento de los electores reconocen sobre su decisión de voto la influencia de los sondeos y de éstos solo para el 1,2 por ciento fueron útiles para tomar la decisión final del voto y para el 0,4 por ciento, estas encuestas le animaron a cambiar de opción política.

El descrédito al que Tezanos ha llevado a esta institución, el CIS, es notorio, aunque reversible, pues con volver a las buenas prácticas evitando toda injerencia del ámbito partidista sería suficiente para recuperar el prestigio y la credibilidad del organismo estatal que desde su creación ha dado sobradas muestras de profesionalidad.

Y es que, puesto que las encuestas, en este caso electorales, no son oráculos infalibles, sino que son sondeos de opinión, de intenciones en un momento determinado, éstas quedan desvirtuadas si los datos recabados con las que se elaboran se pasan por el tamiz de los colores partidistas y se «cocinan» según los parámetros de esos intereses, forzando el resultado. Y como hemos visto en estas elecciones, la realidad social no se puede cambiar a discreción.