El bisturí

Un escándalo tapa otro escándalo

El hecho es que la legislatura se ha convertido en un cúmulo de escándalos: cada día se declara uno que casi logra hacer olvidar el del día anterior

Más de cien ex militantes y simpatizantes históricos del PSOE entre los que figuran muchos rostros conocidos y varios exministros no aguantan más y han dicho basta. No, no se identifican con el Gobierno ni con el rumbo que Pedro Sánchez le está dando a un partido histórico que nunca vivió horas tan bajas como las actuales. Conozco bien a varios de ellos y doy fe de que son personas rectas y poco dadas a confabulaciones e intrigas palaciegas. Simplemente, no dan crédito ante lo que acontece, aunque han renunciado de momento a emular a Ramón Tamames en su particular tránsito desde la izquierda a la derecha por coherencia con unos ideales que, a su juicio, no encarnan ni el presidente del Ejecutivo ni la mayoría de los miembros actuales de su gabinete y de la cúpula socialista. La lista de agravios es más larga incluso que la que enumeró Inés Arrimadas en el Congreso de los Diputados y, desde luego, no se ciñe sólo al contubernio con los independentistas catalanes o los vascos de Bildu, aunque el indulto encubierto a los primeros y el acercamiento completo de los presos etarras a las cárceles vascas concedido a los segundos hayan sido las gotas que han colmado el paso de la paciencia de lo que podría denominarse ya el socialismo bueno, el que se basaba en unos principios que hoy parecen en desuso en Moncloa y Ferraz.

El hecho es que la legislatura se ha convertido en un cúmulo de escándalos: cada día se declara uno que casi logra hacer olvidar el del día anterior. Un escándalo que tapa a otro escándalo que tapa otro escándalo... Un bucle eterno que no parece tener fin. A modo de ejemplo pueden citarse el retraso en la respuesta a la pandemia; las continuas rectificaciones con las mascarillas –con consecuencias funestas–, las compras irregulares de materiales; la declaración de estados de alarma inconstitucionales y uno ex profeso y de corte político para Madrid –con privación de libertad de movimientos incluida–, por el solo hecho de estar la comunidad gobernada por el PP; la dimisión de ministros también por irregularidades; el nombramiento de una ex ministra como fiscal general del Estado; la autorización a un ministro para que se reuniera a escondidas con una dirigente venezolana en un aeropuerto; la destitución del responsable del Instituto Nacional de Estadística (INE) por difundir datos contrarios al Gobierno; el cese de la directora del CNI por petición de Esquerra; la persecución a las empresas, y a Inditex, Mercadona y Ferrovial con especial saña; la proclamación de la defensa de las mujeres mientras se aprueba al mismo tiempo una ley que deja en libertad a los que las violan; alardear de la lucha contra la prostitución mientras un grupo de diputados que se dicen socialistas acudía con asiduidad a los burdeles con el dinero de sobornos; el adoctrinamiento de los niños y jóvenes mediante leyes educativas que deterioran la calidad de la enseñanza; gastarse 250 millones de euros en trenes que no caben por los túneles; cambiar de arriba a abajo la política sobre el Sahara sin explicaciones de ningún tipo; masacrar a impuestos a los ciudadanos; destrozar la imagen de la Guardia Civil al tolerar los chanchullos del marido de su directora general... Todo un despropósito al que podrían añadirse muchos más hitos y al que seguro que se sumarán muchos más, para escarnio de la gente de bien y de los socialistas honrados, que todavía los hay.