Aquí estamos de paso

Etxániz

El caso de la niña ha demostrado que para la administración vasca la muerte sí debería tener horarios

La muerte se suele presentar sin avisar. Tampoco fija horarios cuando una enfermedad terminal ha dictado sentencia. Ni en adultos ni en niños. No suscribe compromisos de ocho a tres ni se adapta a las necesidades organizativas de ninguna estructura. Como tampoco las de las personas que necesitan atención mientras se enfrentan a un final cierto. El caso del doctor Sánchez Etxániz ha mostrado que para la administración, al menos la vasca, la muerte sí debería tener horarios. De ocho a tres exactamente. Es el margen que se concede al servicio de paliativos pediátricos del hospital de Basurto para atender en sus domicilios a los niños que necesitan asistencia. De lunes a viernes, en horario de oficina. Uno entiende que eso de gestionar un hospital requiere de algún andamiaje y unas cuantas hojas Excel, pero amonestar a un doctor generoso y humano, referente además en lo suyo, que son los paliativos pediátricos, por saltarse el horario con agravante de utilización de material público rebasa ampliamente lo admisible en una gestión ordenada para convertirse en un verdadero escándalo.

El doctor Etxániz y su equipo cometieron el delito administrativo de apropiarse nada menos que de un coche del hospital para acudir a hacer su trabajo fuera de horario con una niña de cuatro años que se estaba muriendo. Lo que ha irritado y dolido al doctor no es tanto la advertencia, que bastante torpe es, como que esa haya sido la única reacción del Servicio Vasco de Salud a su decisión solidaria y personal –que implicaba además a todo su equipo– de ampliar su misión sin pedir ni más sueldo, ni más consideración, ni más nada. Sólo dejándose llevar por su obligación moral y profesional ajustándose a las necesidades más que a los horarios, a su misión más que a la burocracia.

Desde no hace mucho tiempo existen en algunas consejerías autonómicas de Salud los llamados departamentos de Humanización de la Sanidad. Se inauguraron en Madrid con el doctor Julio Zarco al frente, luego siguió Castilla-La Mancha y actualmente se están desarrollando planes en esa dirección en Castilla y León. Y pare usted de contar. No tiene uno la impresión de que la cuestión preocupe demasiado a los gestores de la cosa pública sanitaria. Y sin embargo resulta esencial que ese concepto se extienda, se asiente y se aplique. Casos como el del doctor Etxániz resultan determinantes a la hora de mostrar lo necesario que sigue siendo exigir políticas que pongan por delante el trato, la atención, la humanización en definitiva, como herramienta esencial de la atención sanitaria.

Es evidente que para el medallero oficial de los gestores de la cosa pública los paliativos no son una prioridad. Ni siquiera los pediátricos, o sea los que afectan a los niños. Tampoco cabe exigirles que aplaudan a quienes osan saltarse las hojas de cálculo para realizar un trabajo que no tiene horarios. Pero al menos que no «amonesten», que eso ofende. Y mucho. Y, ya puestos, que aprovechen el estrépito de este escándalo para empezar a tomarse en serio en las consejerías de Salud de toda España lo de reorientar la gestión hacia una verdadera y generosa humanización de la Sanidad.