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El buen salvaje

A los fachas también nos gustan los perros

Creo que si Turull fuera perro, se quedaría en la perrera, moviendo inútilmente el rabo. ¿Hay algo más triste?

En el manual del perfecto progre se establece lo que distingue a los que están del lado correcto de la Historia. Reciclar es de buenas personas que votan a la izquierda y, por supuesto, preocuparse por el bienestar animal. A la derecha le gusta maltratarlos: he ahí los toros, dicen. A estos progres que compulsan el diploma del correcto ciudadano (un nuevo 1789) les extraña y hasta critican (periódico zurdo de ayer) la medida de Juanma Moreno de «subvencionar» a los dueños de las mascotas. Si apoyas a los toros eres un asesino y si proteges a las mascotas eres poco menos que gilipollas. Otra cosa es que la idea hubiera partido de Sánchez. Se harían vigilias en su honor, el nuevo San Antón.

La medida destapa el catecismo de la nueva religión de la que los «fachas» no pueden tomar ni un versículo. Ora pro nobis.

Mi perra está en proceso de quimioterapia. He gastado en los últimos meses en ella más que en mí mismo. Me vendría bien la medida Moreno. Pago impuestos por miles de asuntos que no tienen que ver conmigo, no tengo hijos pero todavía sí un perrito que me ladre.

En España hay nueve millones de perros, según las últimas estadísticas, copiando a «Insomnio» de Dámaso Alonso. Están acogidos en pisos de clase media en los que a duras penas cabe un lavadero.

El debate sobre si los perros no pueden compararse con las personas me resulta inane. No sé lo que dice el catecismo, pero yo salvaría antes a mi perra que a los desconocidos con los que me cruzo en las aceras. Uno es libre de rezar por quien quiera. Si es pecado, el infierno me será reservado, por si no había suficientes motivos ya. No tengo salvación. Esta vez son los canes, pero hay otros temas en los que la progresía no admite que metamos nuestras sucias manos. Han descubierto que los «fachas» se preocupan por sus perros con la extrañeza cejijunta del cateto ideológico. Pensaban que los colgaban después de ir a cazar.

Lo más grandioso de esta opereta ha sido la reacción del independentista Turull para el que los perros andaluces (con acento andaluz, como el gato que gritaba «malditos roedores») les roban el pan a los catalanes. ¿Y tengo que pagar yo sus sueños imperiales? En la película de Buñuel y el catalán Dalí, «El perro andaluz», se anticipaba el surrealismo de nuestro día a día. Nos cortan el ojo con el filo de una navaja y nos quedamos como perro que le quitan pulgas. Ladramos a la luna sin ningún sentido. Creo que si Turull fuera perro, se quedaría en la perrera, moviendo inútilmente el rabo. ¿Hay algo más triste?