Quisicosas

Una familia, una casa

Fuera autónomos y pymes, todos iguales y sin clase media, con tipos como éste, bien vestidos, bien entrenados, bien comidos y bien bailados. Qué chalet ni chalet va a necesitar Rufián

Qué envidia Gabriel Rufián, lo confieso, me pasa como con Bisbal. Hay que ver lo que gana la gente cuando pierde peso y va al gimnasio con voluntad. La foto de hace cinco años del portavoz de ERC muestra un tipo rechoncho, con cara de chino, mejillas decaídas y el pelo ralo aplastado sobre la frente. En «La Revuelta» cruzaba los bíceps sobre el ancho pecho, lucía rasgos viriles y un tupé discutible -como la nata montada- le alargaba el rostro.

A mí me engorda el estrés de tanta familia, tarea doméstica y trabajo, pero Gabriel tiene suerte de que su primera mujer cuida a su primer hijo en Cataluña y la segunda, o una criada, al otro en el País Vasco (Marta Pagola es del PNV) mientras él baila con Ester Expósito. El otro día le escuché repetir lo que dice en las Cortes, que hay que prohibir la segunda vivienda, «Cada familia, una casa». Protesto enérgicamente contra su señoría. Vaya por delante que soy tan torpe que, tras una carrera laboral de cuarenta años, tengo un solo piso, pero no me gustaría tener que renunciar a la posibilidad del chalet, que sigo buscando afanosamente en el Idealista, aunque siempre me falten los 250.000 euros que piden porque los boomers siempre pensamos en ayudar a pagar casa a los hijos. Tener un trocito de césped con auto riego es el sueño de todo trabajador de clase media y Rufián no tiene derecho a robárnoslo, simplemente porque él pueda vivir del erario público en tres autonomías, Madrid, Cataluña y Euskadi.

Hay que ver qué desahogo gastan algunos. Servidora estudió tres años de Filología Hispánica y la carrera de Periodismo, habla cuatro idiomas y se ha deslomado por las redacciones y no ha llegado a la mitad de este diplomado en relaciones laborales que sólo ha fichado en una ETT de trabajo temporal. Yo no quiero salir con Bisbal a bailar, ni siquiera comparecer en las cortes, yo sólo quiero fabular con un chalet -hay qué ver qué palabra hortera, propia de mi condición social- que nunca tendré, pero que me retrotrae a la infancia con mis padres, cuando los obreros conseguían una segunda casita en La Manga del Mar Menor o en Colmenar Viejo.

De verdad que no entiendo a dónde quieren llevarnos éstos. Supongo que a un rebaño alimentado con paguitas, resignado en su sofá delante de RTVE y sostenido en lo indispensable por cien empresas del IBEX que proporcionen al Gobierno los impuestos necesarios. Fuera autónomos y pymes, todos iguales y sin clase media, con tipos como éste, bien vestidos, bien entrenados, bien comidos y bien bailados. Qué chalet ni chalet va a necesitar Rufián.