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El buen salvaje

El fin del verano

No pudo elegir, pues, mejor momento para cambiar el traje de baño por el ataúd, haciendo realidad lo que cantaba desde siempre. Que el fin del verano llega, aunque no lo quieras

El final del verano llegó y tú partirás. Una oración, en esta ocasión valen todas las acepciones de la palabra, que se repite cuando agosto decae a la vez que el hombre que la imaginó, la mitad del Dúo Dinámico, que fueron nuestros Paul McCartney y John Lennon sin viajes a la India y sin encamarse para parar una guerra. De repente, el último verano. La guerra quedaba más lejos que ahora y eran pocas las cosas que podían hacerse en público entre unas sábanas sin formar parte de un escándalo. Además, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa llegaron antes e iban para mecánicos torneros, lo que deja en leyenda urbana lo de la procedencia «working class» del rock británico, que venía a ser una panda de pijos con el pelo sucio.

El Dúo Dinámico resistió casi hasta la hora de la muerte de Manuel, una de esas personas que no se retiran jamás sino que lo retiran, como se ha visto, dejando detrás el dulce aroma de una modernidad alegre, mucho antes de que la vanguardia se vistiera de negro, por dentro y por fuera. Unos chalecos rojos y ese movimiento de un Elvis recatado, de andar por las Ramblas, como si Marilyn Monroe fuera macho. Eso era la música independiente cuando tenía una vida por delante y no una muerte por detrás, como ahora.

El día que los modernos de hoy se mueran se oficiará un segundo funeral. Lo del Dúo Dinámico, sin embargo, fue la celebración de la vida como se vio en el festival Sonorama de 2016, una justa reivindicación de los nietos hacia sus abuelos musicones. Lo de estos muchachos fue también la banda sonora de esa parte de España que quiere ser borrada por esos trincones que celebran a Fermín Muguruza, como si no pudieran convivir el blanco y negro y el color.

No pudo elegir, pues, mejor momento para cambiar el traje de baño por el ataúd, haciendo realidad lo que cantaba desde siempre. Que el fin del verano llega, aunque no lo quieras, y que, en algún lugar de la memoria, hay un «rosebud» que nos espera. Muchos (y muchas) se habrán acordado de él (o de ella).