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Fobias

El restrictivo ambiente de la opinión pública, incluidos los socialmedia, impone el marco de toda conversación cotidiana

El concepto de «fobia» ya es un instrumento ideológico. De los más poderosos. Distintas «fobias», de carácter sexual, político, cultural…, se van instalando en el imaginario colectivo como señales de alarma, signos de «prohibido» y «peligro indefinido» que formatean el debate social moldeando la educación, y en consecuencia la personalidad de varias generaciones ciudadanas. Transfobia, islamofobia, catalanofobia… El recuento es cada vez más numeroso. Pero, en su acepción original –en psiquiatría, no en política–, la fobia sería «Un miedo desproporcionado e irrazonable que el sujeto experimenta ante ciertos objetos o situaciones (a los animales, a viajar en avión, etc.). El paciente no puede dominarse, aún comprendiendo que su miedo es absurdo». Para la psicología, las fobias esconden problemas «latentes» que se convierten en estímulos que determinan la vida de las personas, a veces hasta límites patológicos: si alguien tiene fobia al avión, no podrá viajar demasiado lejos, lo que transformará las experiencias trascendentes de su existencia. Las reacciones fóbicas pretenden alejar al individuo de algún trauma de su pasado desterrando el miedo que produjo en su momento. Pero hoy el aspecto más frecuente de la fobia es «la aversión, la repulsión hacia algo», generalmente hacia una condición o conducta que es propia de los demás. Estas fobias son ideológicas o políticas y, tanto su expresión como su rechazo, son meros constructos culturales. Pero si la fobia no conlleva un discurso de odio (y habría mucho que indagar sobre «el odio»), si la fobia cultural, política o ideológica no va asociada a un alegato supremacista, discriminatorio o violento…, ¿quién puede gobernar los sentimientos que alberga el pensamiento de un ciudadano «que odia» para sus adentros? Sin embargo, la acusación de fóbico social o político es muy grave, una letra escarlata que excluye socialmente incluso al «fóbico» discreto, pacífico. El restrictivo ambiente de la opinión pública, incluidos los socialmedia, impone el marco de toda conversación cotidiana. Así que, cualquier valoración, opinión, antipatía…, será cohibida, dificultada, reprimida en cuanto proceda de una libertad de elección que resulta sospechosa del «delito moral» de ser «fóbica».