Parresía

Un funeral sin Sánchez

No alcanzo a comprender el motivo tan importante del presidente español para no acudir a semejante acontecimiento histórico

Los medios de este país -todos- somos más papistas que el Papa (no importa cuándo leas esto). España es un Estado aconfesional pero de corazón, cultura y costumbres católicas. Si no, resultarían inexplicables tantísimas horas de información permanente sobre el jesuita argentino, narradas esta semana desde la hipnótica plaza de San Pedro.

También es verdad que la muerte de cualquier Papa suele concentrar, además de la atención de millones de fieles, la fascinación de individuos radicales y peligrosos que acuden a Roma como moscas a la miel. Y hay que vigilarles con medidas extremas de seguridad, más aún de lo que narran las series que todos hemos visto. Si a todo esto le añadimos el próximo cónclave para elegir al sucesor de Francisco -un acontecimiento siempre tan cinematográfico- lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá en El Vaticano es un éxito de audiencia.

La que os escribe tiene la suerte de contar cada día, como corresponsal en Italia, con la visión del mejor. Don Antonio Pelayo se llama, y una rápida mención a su excelencia profesional me sabe a poco, ¡se merece un libro… y una serie en las plataformas! Y que escuchemos siempre sus crónicas con admiración. Mañana mismo tendremos otra oportunidad, cuando millones de personas vuelvan a asomarse a la Basílica de San Pedro para presenciar, más allá del adiós al Papa reformista, cómo se desenvuelven, en aquel escenario majestuoso, casas reales y líderes de los cinco continentes.

Cosas de la vida: según el orden alfabético que establece el Estado Vaticano, mañana veremos sentado a Donald Trump y a su mujer Melania muy cerquita de nuestros reyes. Y se notará especialmente la ausencia voluntaria de Pedro Sánchez a esta ceremonia que, además, será telón de fondo de varias citas políticas altamente estratégicas. No alcanzo a comprender el motivo tan importante del presidente español para no acudir a semejante acontecimiento histórico. Su relación cada vez más fría con Zarzuela le perjudica. Y no digamos su relación pública con unos socios de Gobierno como Sumar o Izquierda Unida, que intentan atacarle con cualquier excusa para marcar perfil, aunque todos sepamos que la sangre nunca llegará al río, porque a nadie le conviene.

Un año hace ya de la carta famosa de Sánchez a la ciudadanía, del retiro inédito de cinco días que dejó a su país y a su propio partido en la mayor de las incertidumbres. Su mujer sigue investigada por tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Hoy mismo declara su hermano David, imputado por prevaricación, malversación... Su fiscal general, asediado por supuesta revelación de secretos. Ábalos, el hombre que fue su mano derecha, cada vez más acorralado por el reguero de corrupción que destila la trama Koldo. ¿Funcionó aquella carta?