El buen salvaje

Los gays buenos van al cielo y los demás a todas partes

Yolanda, dile gay a Putin y te manda a Siberia: Irene, dile gay a Irán, y te lo encontrarás en la horca

Existe una regla como tallada en dientes de oro según la cual la izquierda nos dice quiénes son las personas buenas, éticamente valientes, y las malas, que tampoco es que sean malas es que, pobres, no saben discernir, que ya está la progresía para hacerlo. Esa superioridad moral les hace sentirse bien con sus miserias y algunas hemorroides del alma que les impide ser mínimamente felices aceptando que, tal vez, puedan ser nauseabundos. Usan ese catecismo como el cilicio de las monjas en una película de Almodóvar. La ideología, al cabo, ya está dicho, como casi todo, es una religión que se arrodilla ante el dios falso de una manera de estar en la vida.

Ahí andaban Yolanda Díaz charlando con Jorge Javier Vázquez, que la entrevistaba en su canal de Youtube. El presentador dijo lo que tantas veces en «Sálvame»: que no entendía cómo un gay puede votar a la derecha, a lo que Yolanda Díaz, como era de esperar, añadió que gracias a la izquierda gozan de los derechos que tienen ahora, como casarse. O sea, que hay gays buenos y gays malos.

Lo que no entiendo, la verdad, es cómo un gay puede ser de izquierdas, después de las sangrías de la Cuba castrista y, en general, de todas las dictaduras comunistas que, sin excepción, han considerado, y consideran, que el gay es un peligro para el sistema. Y tenían razón, lo eran. Ahora, como todos, pastan cual tiernos corderitos por el sistema capitalista, pero en guay, no suponen una amenaza para nadie menos para sus amigas que temen que les quiten el novio. Yolanda, dile gay a Putin y te manda a Siberia: Irene, dile gay a Irán, y te lo encontrarás en la horca; Jorge Javier, tú mejor calladito hasta que vuelvas a ser transgresor, un Nazario del siglo XXI, que lo de ahora es un momento «mainstream». Pensamiento único.

La misma lógica idiotez aplica el que dice que un millonario no puede votar a la izquierda y menos un rojo, y además maricón, dicho por él, como Jorge Javier. Emplear en política el ruido polarizador de estás con la Pantoja o con su hijo Kiko, o estás con Rocío Carrasco o con Antonio David, no creo que haga mucho bien a una motomami como Yolanda Díaz, que en teoría hacen y votan a quien les sale de las bujías. Querer ser una rock star y luego acabar como Madonna, diciendo estupideces y operándose todos los tentáculos es una bofetada la playlist de los auténticos «cool». Viejunos.