Sin Perdón
La «guerra» del sanchismo contra Argentina
El personalismo del sanchismo es preocupante porque conduce a un disparatado caudillismo y decide la política exterior en función de sus intereses partidistas
La escalada del conflicto con Argentina es un auténtico disparate del que no saldrá nada bueno para España. Es lo que ha provocado la decisión de Sánchez de retirar la embajadora en Buenos Aires. Milei cometió un grave error al acusar de corrupción a su esposa, porque no está procesada. Tras criticar con claridad y contundencia esa declaración, hay que aclarar que no ha sido ningún ataque contra España, sus instituciones y su democracia. Me gustaría saber cuál es el fundamento jurídico de tamaño despropósito. Sánchez confunde permanentemente la Administración con el Gobierno y la utiliza como un instrumento a su servicio, pero la crisis diplomática que ha montado es un esperpento por motivos electorales. Es cierto que el presidente argentino ha sido objeto de numerosos ataques, insultos y descalificaciones desde el Gobierno, sus aliados y los medios de comunicación sanchistas desde antes de asumir el cargo. Todo ello no justifica el comportamiento de Milei. Sánchez ha abrazado con enorme fervor la agenda populista y radical de la izquierda iberoamericana. No aceptó la contundente victoria de Milei sobre su rival peronista. No solo no le felicitó, que es una muestra de su imprudencia en política internacional, sino que no envió a ningún ministro a la toma de posesión. Es algo insólito con respecto a las relaciones que debemos mantener con un país hermano con el que nos unen lazos muy profundos.
El ministro Puente afirmó que consumía sustancias, que es la forma de denominar las drogas. Le atacaron varias ministras y ministros con descalificaciones muy gruesas. Milei no retiró a su embajador. El problema es que le ha hecho un gran favor a Sánchez, ya que necesita construir un relato alrededor de la internacional ultraderechista que se ha inventado. Es algo propio de un buen peronista, porque es lo que hacía Cristina Kirchner. Nada mejor que un enemigo exterior, para intentar movilizar a los votantes. Es la única explicación lógica a la desmesurada reacción que ha tenido provocando una crisis diplomática con Argentina. Por cierto, ha conseguido multiplicar el uso de la palabra corrupción. No hubiera sucedido con una reacción más comedida. No sé si pretende romper relaciones. El personalismo del sanchismo es preocupante porque conduce a un disparatado caudillismo y decide la política exterior en función de sus intereses partidistas.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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