
Cuartel emocional
Había una vez…
En España merecemos que Puigdemont entre y salga a capricho y que se refugie en Moncloa
Un circo, había una vez un circo en que los payasos no eran Gabi, Fofó y Miliki, sino Puigdemont, Illa y Sánchez y todos los comparsas que queramos añadir. El carnaval de Cádiz es algo ínfimo al lado de las pantomimas que observamos, todo lo que estamos viviendo es una broma pesada a la que asistimos atónitos y, lo que es peor, conformándonos tragando lo que nos echen porque nos hemos acostumbrado a tragar quina, sentados, de manos cruzadas, observando el espectáculo con indiferencia y dejando que nos la metan cuadrada, adormecidos, anestesiados en nuestra hamaca de Benidorm. Hemos adoptado una actitud acomodaticia y tenemos la poca vergüenza de tolerar lo que ocurre a nuestro alrededor. Así nos va. Importa mucho más que Letizia no lleve ya tacones altos, o que fulanita de patatín pase su verano con el play boy de moda. Como decía, cada cual tiene lo que se merece, y a lo peor en España merecemos que Puigdemont entre y salga a capricho y que se refugie en Moncloa, como dice Ayuso, la única que saca pecho y expresa algo que merece ser oído. Los demás, ni están ni se les espera y así no vamos a ningún lado; desde los periódicos hacemos lo que podemos, alzamos nuestras voces -ya afónicas-, pero se ve que cunde poco lo que denunciamos porque estamos en las mismas, y el tiempo pasa sin casi esperanza de que esto tenga una posibilidad de cambio. De nada vale que el entorno del presidente esté infectado de corrupción, con su mujer imputada y el hermano investigado por sus chanchullos. Ahora quieren apartar a la Juez que instruye su caso, como en su día lo fue Gómez de Liaño, denunciado por Polanco y expulsado de la carrera judicial. Un caso que fue ciertamente doloroso. Veremos qué pasa también con Peinado, que hace lo que puede para sacar adelante lo de Begoñez, la Complutense y la madre que los parió a todos. Francamente, los que pretendan vacacionar leyendo los periódicos, no tendrán siestas placenteras, porque no hay noticia buena que nos regale un poco de esperanza.
El bolas tristes de Illa ya tiene su gobiernito de la señorita Pepis, ya es “muy honorable” (qué risa), y ya está, por su puesto, a las órdenes de la voz de su amo para seguir las instrucciones que le permitan perpetuarse en el puesto, como Putin, Maduro y similares. Son todos mismos perros con idénticos collares. En presencia de Illa veremos cómo se desarrolla un referéndum a la medida del separatismo catalanista, y observaremos cómo se produce también poco a poco, suavemente, la secesión, de Cataluña, mientras se aplica a capricho la ley de amnistía, así que al bueno de Puigdemont poco le queda para seguir haciendo el payaso porque en nada estará de vuelta entre nosotros sin que haya que montar el paripé de que los “mossos” le buscan y le detienen.
Periodísticamente hablando es inexcusable hacer alusión a todo este montaje que se ha producido en la semana; yo tengo una amiga que me regaña por hacerlo. Y no es que confíe en que vendrán tiempos mejores, que no será así; cada cual tiene que buscarse el bienestar de la forma más adecuada, porque nada va a cambiar el rumbo de España. No va a haber milagro que nos retorne a la dignidad perdida.
CODA. Alarmante que terroristas de Estado Islámico planearan inmolarse a las puertas de un estadio en Viena donde Taylor Swift iba a dar su concierto. El ministro de interior, a través de su director general de seguridad pública asegura de hecho que todavía existe una amenaza. Aquí estaríamos apañados con Marlaska…
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