Aquí estamos de paso

¿Y si hablamos de Educación?

Los niños suecos van a quedarse sin tablets porque cada vez entienden menos

Nos pilla lo de Suecia y el adiós a las pantallas en las aulas con el pie cambiado por las elecciones de verano. Hay jaleo y mucha disputa por babor –que es el lado izquierdo de la nave mirando a proa– y se ven por la cubierta carreras y saltos con voluntad de anclaje para no ser barrido por la ola de julio. Otra oportunidad perdida para hablar de Educación, con mayúscula.

Los niños suecos se van a quedar sin tablets porque cada vez entienden menos, y los españoles afrontan previsiblemente otro bandazo, un cambio político que me malicio vendrá con su respectiva ley educativa para seguir ahondando también en la erosión de sus capacidades.

Uno recuerda los desvelos y tozuda constancia de sabios como Marina que finalmente tiraron la toalla hartos del cortoplacismo de mercadillo practicado por los partidos del turno político, curiosamente en el único terreno en el que parecían pensar a largo plazo. Se partió hasta el alma por poner en valor un libro blanco sobre educación que sirviera para un acuerdo global entre todos los partidos. Pero nada. Porque las leyes educativas se anunciaban y aprobaban para orientar el crecimiento de los estudiantes en la dirección deseada por el gobierno de turno, aparentemente pensando a largo plazo. Pero en realidad jugaban de manera abruptamente irresponsable con ese futuro, conscientes de que en el próximo relevo vendría el adversario con su propio libro de instrucciones. La miopía histórica que intoxica a la política presente, ignorante de lo que no sea rentabilidad inmediata en votos y subvenciones, nos aboca a un nuevo giro en esa rueda de sinsentidos que son las políticas educativas. La única solución posible es un gran acuerdo. Y en esa exigencia deberíamos estar todos, especialmente los actores del sector.

Lo de Suecia está muy bien. Si han perdido en comprensión lectora, y lo atribuyen a un exceso de tecnología en las aulas ellos sabrán. Hasta es posible que hayan tenido un debate nacional sobre tan delicado asunto.

Pero ante la tentación de seguidismo, entre otras cosas por la evidencia de que aquí se ha perdido también comprensión lectora –más aún que los suecos, según el llamado Informe Pirls, que es un estudio anual sobre la comprensión lectoral en primaria–, no estaría de más que se ampliara el foco y debatiéramos antes sobre la forma en que se gestiona esa tecnología. Soy de los que prefiere el papel a la pantalla, pero no tengo claro que sacar de la escuela algo que está tan presente en la vida cotidiana sea la mejor manera de solucionar el paulatino embotamiento de los niños. Que hablen y discutan los educadores, los padres y las instituciones. Que se lo tomen en serio los partidos políticos. Y ahora que estamos en la campaña de verano, que en vez de tanto debate cansino y estéril, se ponga sobre la mesa la medida en que cada uno va a comprometerse para un acuerdo sobre Educación que sea responsable y permanente, fijado en el tiempo y tan cerca del mundo real como lejos de la fragmentación partidista. Claro que la Educación es ideología, pero aferrarse a ella en un mundo libre y en constante cambio es limitar de manera atroz la posibilidad de entendimiento de lo que hay y lo que viene. Si no, pues hala, quitamos las tablet y que pase el siguiente. Con su nueva ley, por supuesto.