
El buen salvaje
¡Hockney fuma!
Un día el mundo supo que la Garbo se reía. ¡Garbo ríe! Ahora ha descubierto que Hockney fuma
Dicen que nuestra civilización se agota. No será por la guerra de aranceles con la que Trump castiga a todos los que se mofaron de él, pobres imbéciles que nos creíamos los más listos. El fin del mundo se construye ladrillo a ladrillo con piezas de estupidez humana. El Metro de París ha censurado el cartel de la exposición de la temporada, dedicada a David Hockney, porque el artista aparecía con un cigarillo entre los dedos. Detrás de él, un autorretrato titulado «Play within a Play and Me with a Cigarette» en el que el pintor también sostiene un pitillo. Para rematar el disparate, las autoridades informan que el problema no está en el cuadro sino en la fotografía. Ay, la letra pequeña.
No era una cuestión arancelaria. Hockney fuma Davidoff. Tampoco valdría que fueran los Gitanes de Gainsbourg. Es la ley antitabaco. Esto sí es el ocaso de una civilización. Nos gobiernan desde el Planeta de los Simios, pero va a resultar que al final Charlton Heston no es Macron sino Elon Musk. Tiene pelotas.
Hay ciertas normas que se ciscan en la cultura con la ligereza y la sagacidad de una voluta de humo. Es difícil encontrar una imagen de Hockney en la que no fume. Pertenece a su personalidad y, en cierta manera, a su concepción del arte porque solo deja de hacerlo cuando coge un pincel. El artista vivo que más cara ha vendido una obra, ochenta millones de euros, se mete en los pulmones, según el comisario de la exposición, unos 100 cigarrillos al día, aunque otras fuentes rebajan la euforia nicotínica a una cajetilla. Si fuera amigo de Hockney, tal vez le advertiría de su mal hábito, aunque a sus 87 años es posible que no me atreviera o que él me mandara a que me abrasara en el infierno para que respirara azufre. No se trata de una publicidad del cowboy de Marlboro, sino de un octogenario que tiene entre sus dedos, a lo lejos, una bomba nuclear. Un día el mundo supo que la Garbo se reía. ¡Garbo ríe! Ahora ha descubierto que Hockney fuma. Pero quién puñetas es Hockney para un funcionario del Metro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar