Tribuna
Hora de irse, Sr. Sánchez
Ya no vale plantear mociones de censura, porque los desaguisados y los desmanes que ha cometido Sánchez en la organización política en España superan cualquier límite
La situación actual de España, desde el punto de vista de sus vivencias políticas en las esferas del poder, no había alcanzado nunca, como en los tiempos actuales, semejante nivel de tensiones, mentiras, traiciones, latrocinios. Y de cualquier clase de otras irregularidades por asombrosas mezclas de ambición de poder y de dinero.
No recuerdo, con mis casi 92 años de edad, que un presidente del Gobierno estuviera tan implicado en toda clase de corrupciones. En su propio hogar, entre los miembros de su familia, y en relación con compañeros de partido que hasta el momento le habían jurado su plena honradez.
En ese contexto, la fórmula para seguir en el poder Sánchez y Cía. consiste en ir vacunándonos en toda clase de situaciones nefastas de corrupción. Tratando de normalizar en la gente la idea de que basta con pedir perdón por los fraudes y montajes concebidos, y seguir gobernando en medio de la vorágine creciente del escándalo.
Pedro Sánchez tiene la corrupción en su propia casa, cuando su esposa, Begoña Gómez, está investigada judicialmente por tráfico de influencias, y también por una maraña de anomalías en escuelas de negocios que al principio se le rindieron con fervor.
Igualmente, el presidente del Gobierno ha dejado que utilicen su apellido de Sánchez para conseguir el hermanito, David, una serie de bicocas y prebendas de organismos públicos. Algo que incluso ha provocado la crisis del PSOE en Extremadura, con un secretario general que cree que de aforado ya podrá quitarse de encima toda clase de posibles responsabilidades.
Pero, por si fuera poco, además del frente doméstico de doña Begoña y las habilidades fraternales de David Sánchez, el presidente tiene la más grave y lamentable situación dentro de su propio partido. La UCO parece haber conseguido desentrañar una serie de situaciones de lamentable búsqueda del dinero para prohombres del PSOE, a base de mordidas y comisiones, quebrando el funcionamiento normal de empresas e instituciones. Y ahora, con el caso Koldo/Ábalos/Santos, hay toda una tripleta de infractores de casi todo. Es la muestra que ofrece la Guardia Civil en una de sus misiones de informar sobre la corrupción, con un informe de más de 400 páginas con cualquier clase de irregularidades.
Por mucho menos que lo visto para Sánchez, dimitió el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, en 1991, por las veleidades económicas de su hermano Juan. Por mucho menos dimitieron otros políticos, que cabría mencionar en una amplia lista de vergüenzas evidenciadas, cuando la cleptocracia acabó con 13 años de gobierno del PSOE.
Ahora lo tenemos claro: hay que finiquitar al Sr. Sánchez como presidente, por el bien de la Constitución. Ha reconformado su entorno jurídico de manera inaudita. Se lo dije, anticipando el caso, en la moción de censura que encabecé en marzo de 2023, cuando comenté que padecía el síndrome de La Moncloa: pensar que lo hace todo muy bien, porque se lo dicen los aduladores de turno. Y además del síndrome, cayó en la autocracia, al ir haciéndose con el poder total desde el Instituto Nacional de Estadística al Banco de España, rompiendo independencias institucionales.
El síndrome de La Moncloa, le dije después de la moción de censura a Sánchez, requiere un tratamiento de lo patológico, por su deseo de mantenerse en el poder a costa de todo, con sucesivos gobiernos Frankenstein. Por eso le recomendé un cierto tratamiento psiquiátrico, evocando la figura de Sigmund Freud.
En definitiva, ya no vale plantear mociones de censura, porque los desaguisados y los desmanes que ha cometido Sánchez en la organización política en España superan cualquier límite.
Ya no vale tampoco que el presidente pida la confianza del Congreso, porque ha pasado el momento crucial del proceder en política: participar en la corrupción a través de personas por las que antes se ponía la mano en el fuego.
El momento es el de unas elecciones generales para hacer valer los principios de la transparencia, la regeneración y el buen hacer para el bien común, así de sencillo.
El Sr. Sánchez debe irse, que es lo que quiere la inmensa mayoría en los sondeos; salvo el del Sr. Tezanos, claro.
Todo lo anterior que he manifestado, se corresponde con un sentimiento de obligación por mi parte. Por el hecho de haber sido, como ya recordé, candidato a la presidencia del Gobierno en la moción de censura que tuvimos en marzo de 2023, con premoniciones que han continuado a peor, según se ve en mi libro Pentagonía. Acta final (Editorial Séneca), que, desgraciadamente, están más que cumpliéndose.
Deje, Sr. Sánchez, que se vote de nuevo. España se lo merece.
Ramón Tamames, es economista, historiador y político.